Esta mañana, Clara vino a
recogerme a casa para ir juntas al colegio. Normalmente me acompaña mi papá.
Pero hoy tenía que ir al médico, así que le pidió a la tía de Clara si podía ir
con ellas. Por supuesto nosotras estábamos encantadas, ya que nos gustaba mucho
estar juntas desde la primera hora del día. Si por mí fuera, papá podría ir al doctor
todos los días.
Nada más terminar el desayuno,
salí rápidamente por la puerta, ya que ellas ya me esperaban en el portal. Al
llegar, las saludé con un “buenos días” para dirigirnos calle arriba hacía la
escuela. Por el camino Clara y yo charlábamos animadamente de nuestras cosas, cuando
de pronto ella me preguntó:
-Todavía falta un niño por
incorporarse a nuestra clase ¿Cómo crees que será?
-Es verdad, no me acordaba. Pues
no sé, pero que más da -respondí.
-Es curiosidad María, a lo mejor
es un niño gracioso y nos reímos un montón en clase con él -me dijo.
-Me parece que lo que tú quieres
saber es si es guapo, ¿verdad? -pregunté con ironía.
-¿Qué dices? No, no, a mí eso no
me importa…bueno un poco sí -me confesó, finalmente en voz baja.
Al oírla, comencé a reírme a
carcajadas. En un primer momento se quedó sorprendida ante mi reacción, pero
unos segundos más tarde se unió a mí y ya no pudimos parar. Hasta su tía se
contagió de nuestras risas ¡y eso que ella no sabía de qué se reía! Esto
provocó que las tres nos riésemos todavía más, y con esta alegría, llegamos al
colegio, nos despedimos de su tía y corriendo cruzamos el patio.
Nada más entrar en la clase se
nos acercó Alicia, una de las niñas nuevas. Las tres nos habíamos hecho buenas
amigas, sobre todo desde que nos contó lo mal que se sentía porque sus padres
estaban separándose. Ellos mantenían una pequeña guerra para ganarse su cariño.
La madre no quería que viese al padre e intentaba envenenarla en su contra.
Ambos olvidaban que lo que realmente le importaba a Alicia era que los dos la
quisieran tanto como ella les quería a ellos. Pero esta mañana, después de
varias semanas de tristeza, por fin la notamos alegre.
-Buenos días chicas -nos saludó
muy sonriente.
-Hola Alicia ¿Qué contenta estás?
¿Ha ocurrido algo? -preguntamos curiosas.
-Es cierto, estoy feliz. Mis
padres han llegado a un acuerdo y podré ver a mi papá todos los fines de semana
¿a que es genial? -nos dijo emocionada.
-Como nos alegramos por ti -le
dijimos al unísono mientras nos abrazábamos las tres.
-Gracias chicas, sois unas buenas
amigas. Sobre todo tú María, porque lo que le dijiste a mi madre el otro día
fue decisivo para que las cosas cambiarán -nos explicó visiblemente emocionada.
Con estas buenas noticias nos
sentimos tan felices por ella, que no nos dimos cuenta de que la señorita Paula
había entrado en el aula y llevaba un rato diciéndonos que nos sentásemos. Una
vez en nuestros sitios, nuestra profesora nos comunicó que hoy se incorporaría
el nuevo alumno que nos faltaba. Nos explicó que había estado enfermo y por eso
que no había podido venir antes. Fue en ese momento cuando alguien llamó a la
puerta de la clase.
-Adelante -indicó nuestra maestra
mientras todos nos girábamos para ver quién era.
-Buenos días -dijo un niño asomando
su cara y sonriendo con entusiasmo. En ese instante y desde mi pupitre, no
logré verlo con claridad, pero cuando giró la cabeza hacia a la clase sentí que
el corazón me daba un vuelco.
-Buenos días, pasa por favor
-dijo la señorita Paula-. Niños os presento a Lucas, a partir de ahora será
vuestro nuevo compañero.
No me lo podía creer...ni Clara
tampoco. Este era el niño que habíamos conocido hacía unos meses y que nada más
verlo me hacía sentir un extraño cosquilleo en el estómago. No sé qué me pasaba
con él, era algo raro y que no lograba entender. Aunque lo peor de todo era lo
mal que se llevaba con Clara. No sé muy bien por qué, pero cuanto más me
gustaba a mí, menos le gustaba a ella ¡Ay pobre! Con la ilusión que le hacía el
chico nuevo.
La señorita Paula lo acompañó a
su pupitre y al pasar por mi lado, me hizo un guiño. En ese momento sentí como
me ponía colorada. Las piernas comenzaron a temblarme y no sabía muy bien para
dónde mirar. Lucas se sentó delante de mí, y una vez colocado se giró y me dijo:
“creo que este curso va a ser uno de los mejores”