.

viernes, 27 de enero de 2012

Aprendiendo a patinar con Clara

A pesar de que estamos en invierno, esta tarde hizo un sol espléndido y casi no hacía frío. Por eso papá nos propuso, a Clara y a mí, ir a patinar al salir del colegio ¡Por fin estrenaría mis patines! Aunque me daba un poco de miedo sobre todo caerme y hacerme daño. Pero Clara me tranquilizó diciéndome que no había nada que temer y que ella me enseñaría.

Cuando terminaron las clases, papá nos estaba esperando en el patio con unos riquísimos bocadillos de jamón que mamá nos había preparado. Nos dio uno a cada una y nos explicó que primero iríamos a casa para hacer los deberes y después nos llevaría a patinar. Por el camino dimos buena cuenta de nuestra merienda y al llegar a casa nos pusimos rápidamente a hacer nuestras tareas. Nada más terminarlas recogimos los libros y salimos hacia el parque.

Una vez allí nos sentamos en uno de los bancos para colocarnos los patines. Papá me ayudó a atarme los cordones asegurándolos bien para que no se me soltasen. Mientras Clara, que ya se había puesto los suyos, salió a dar una vuelta para probarlos. Cuando regresó yo ya estaba preparada… pero incapaz de incorporarme… asustada.

-Vamos María no seas miedica, coge mi mano y levántate despacio -indicó Clara.

-¡No puedo! -exclamé nerviosa.

-Venga te cogeremos entre los dos, cada uno por un brazo y ya verás que no pasa nada -explicó papá.

Entonces ayudada por ellos me levanté temblorosa y tambaleándome de un lado a otro. Papá me agarró fuerte y Clara comenzó a darme instrucciones de cómo tenía que deslizarme. Debía mover primero el pie derecho y luego el izquierdo, hasta que poco a poco fuese cogiendo confianza para poder dar mis primeros pasos con los patines. Pero yo me sentía cada vez menos segura y tenía la impresión que de un momento a otro acabaría tirada por el suelo.

A pesar de mis miedos, intenté esforzarme por hacer todo lo que me decían. Muy despacio comencé a patinar… bueno, si a eso podíamos llamarle patinar. Entonces pude observar a otros niños que lo hacían con total naturalidad, como si fuese lo más fácil del mundo. Incluso algunos se atrevían con piruetas y competían a ver quien iba más rápido. Estaba segura de que yo jamás lograría hacerlo como ellos ¡Qué patosa me sentía!

De pronto, papá y Clara me soltaron y me dejaron sola ante el peligro. Instintivamente hice auténticos malabarismos para no caerme, moviendo mis brazos como si fuera a volar. Fui deslizándome lentamente, intentando acercarme a una de las fuentes del parque mientras gritaba histérica:

-¡Me voy a caer! Por favor cogerme otra vez.

-No te caes, tranquila, continúa que casi llegas -dijo papá intentando calmarme.

-¡Muy bien María! Lo estás haciendo de maravilla, venga no te detengas -me animaba Clara.

-Tenéis suerte de que no pueda correr, porque si os pillo ahora no se qué os hago -les dije a los dos intentando mantener el equilibrio.

Todavía no sé muy bien cómo lo hice, pero conseguí llegar a la fuente y una vez allí me aferré a ella con todas mis fuerzas. A pesar del miedo que sentía, tengo que reconocer que me gustaba la sensación de deslizarme. Así que volví a intentarlo y salí hacia donde estaba Clara. Cada vez me sentía más segura y poco a poco fui soltándome.

-¡Mira papá ya patino! -exclamé emocionada.

-No lo haces mal, pero tampoco es para tanto -dijo una voz detrás de mí.

Al darme la vuelta, un niño rubito que también llevaba patines me miraba sonriendo. Al verlo sentí algo raro, como si me diese vergüenza o algo así. En ese momento intenté dar un paso hacia él. Eso hizo que perdiese el equilibrio y justo cuando estaba a punto de caerme, él me sujetó evitando que terminase en el suelo.

-Gracias… por ayudarme -conseguí balbucear, al tiempo que un extraño calor se apoderaba de mi cara-. Me llamo María ¿Y tú? -pregunté finalmente.

-Yo soy Lucas y creo que tienes que practicar un poco más. Si quieres yo puedo enseñarte -indicó otra vez con aquella sonrisa que me hacia sentir tan rara.

-Eres muy amable pero ya la estoy enseñando yo -dijo Clara ligeramente molesta acercándose a nosotros

-Como quieras, os dejaré para que sigáis practicando. De todas formas yo vengo todos los días a patinar, por si quieres saberlo -dijo alejándose de nosotras.

Durante un rato me quedé embobada mirando como se marchaba. Nunca me había pasado nada parecido con un niño. Siempre los había visto como algo tontos y pesaditos. Pero aquél tenía algo distinto, o eso me pareció a mí. Hasta tenía ganas de regresar al parque para volver a verlo ¿Pero qué me esta pasando? ¿Por qué siento este cosquilleo en la tripa? ¿Será que me estoy poniendo enferma otra vez?

No hay comentarios:

Publicar un comentario