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jueves, 8 de marzo de 2012

Mi primera visita al hospital

Tener a mis padres todo el día en casa me resultaba un poco raro. Aunque al principio me hizo ilusión poder disfrutar más tiempo con ellos, reconozco que la situación era extraña. Mi papá hacía unos meses que se había quedado sin su trabajo por culpa de la crisis, y ahora mamá, parecía a punto de perder el suyo debido a que la Señora Lola, la dueña de la peluquería donde ella trabajaba, estaba ingresada en el hospital. Le había dado un infarto y por eso el negocio estaba cerrado hasta que ella se recuperase.

Mamá iba a visitarla todos los días. Llevaba casi una semana en el hospital y estaba mucho mejor. Los médicos estaban sorprendidos con su rápida recuperación y decían que probablemente en unos días le darían el alta. Eso era algo que alegraba mucho a mi mamá. Por eso decidió que esta tarde, podía acompañarla en su visita diaria.

-Sí iré contigo encantada ¿Podemos llevarle unas flores? O mejor unos bombones ¿Qué te parece mamá? -pregunté toda contenta.

-Me parece una idea estupenda, le llevaremos las dos cosas -concluyó con una sonrisa.

Cuando llegué del colegio nos fuimos a comprar las cosas que le llevaríamos. A continuación nos dirigimos al hospital y subimos a la quinta planta donde estaba cardiología. Se llamaba así porque era allí donde estaban los enfermos del corazón. La habitación en la que se encontraba no me gustó nada. Era de color blanco y las camas no parecían muy cómodas, tenían ruedas y eran metálicas.

-¡Hola Señora Lola! ¿Cómo se encuentra? -saludé al entrar.

-¡Hola María! Como me alegro de verte ¡Qué guapa estás y qué mayor! -respondió ella con una sonrisa.

-Le hemos traído flores y bombones -le dije.

-Gracias tesoro, que amable eres. Pero no tenías que comprarme nada, con tu visita es más que suficiente -concluyó.

La verdad es que en ese instante me alegré mucho al verla tan recuperada. Era una persona que me caía muy bien porque era muy amable y cariñosa conmigo. Cuando iba a su peluquería siempre tenía alguna chuchería para mí. Ella y su marido no tenían hijos y solían decir que yo era como la nieta que siempre desearon.

-¿Ya le arreglaron el corazón? -le pregunté.

-¡María! ¿Qué clase de pregunta es esa? -regañó mamá.

-No sé, solo quiero saber si ya lo tiene bien. No vaya a ser que se le vuelva a parar y tengamos otro disgusto -razoné yo.

Al escucharme, tanto su marido como ella comenzaron a carcajearse sin parar, consiguiendo contagiar a mi madre que dejó de fruncir el ceño para unirse a ellos. Seguramente habré dicho algo gracioso, yo no sé muy bien el qué, pero me alegro de hacerlos reír después de unos días tan tristes.

-Eres un encanto María, tenías que haber venido antes a visitarme. Contigo me pongo buena enseguida -dijo la Señora Lola entre risas.

-No hay problema, si mamá me deja vendré más veces -le respondí.

-Tienes un sol de niña, se parece a ti -comentó la Señora Lola-. Cambiando de tema, quiero aprovechar este momento para proponerte algo.

Entonces le pidió que se sentase al lado de su cama que ella y su marido querían explicarle algo muy importante. Habían estado pensando mucho qué iban a hacer con la peluquería ya que los médicos le habían desaconsejado volver a trabajar. Además le faltaba poco para jubilarse y ya no se sentía con fuerzas para llevar el negocio. A pesar de eso, les daba mucha pena la idea de tener que cerrarlo.

-Queremos que te lo quedes tú -sentenció al fin.

-¿Cómo que me lo quede yo? Yo no podría llevarlo sin usted. No sabría cómo -contestó mamá sorprendida y ligeramente nerviosa.

-Escucha cielo, tú estás muy capacitada para hacerte cargo de la peluquería. Conoces a los clientes y sabes muy bien cómo funciona todo. Nosotros solo te cobraremos un pequeño alquiler y pensamos hacer testamento en tu favor. Así cuando ya no estemos el negocio será tuyo -le explicó.

-¿Pero usted está segura de lo que me está diciendo? -preguntó mamá incrédula.

-Completamente, no te preocupes por nada. Si quieres te lo piensas, pero me harías muy feliz. Me quedaría muy tranquila sabiendo que tú te quedas con el negocio por el que tanto he luchado -concluyó la Señora Lola.

-Está bien, me lo pensaré. De todas formas quiero agradecerle su confianza y no sé que más decir, me faltan las palabras -habló mamá con la voz entrecortada.

Todos estaban emocionados, hasta yo. Me alegraba tanto por ella, sin duda se lo merecía. Estaba segura que a pesar de lo feliz y nerviosa que se sentía, a ella también le gustaba la idea. En ese momento me dí cuenta de que si aceptaba sería una de esas mujeres emprendedoras que luchan cada día por salir adelante. Que trabajan incansablemente compaginando su vida laboral y su vida familiar. ¡Qué orgullosa me sentía de mi mamá!

1 comentario:

  1. Cada vez me gusta más este diario y esta niña tremenda llamada María. Me hace reir, sentir nostalgia y hasta emocionarme.

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