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lunes, 30 de abril de 2012

Tragedia en casa: Barça y Madrid eliminados

Mi hermano Pedro y papá comparten muchas aficiones, sobre todo deportivas. A los dos les gusta la Formula 1, el tenis, las carreras de motos y por supuesto el fútbol. En esto último es donde surgen los mayores problemas, porque papá es del Real Madrid y Pedro del F.C. Barcelona. Es en lo único en lo que nunca están de acuerdo y no son capaces de ver los partidos juntos. Compiten entre ellos sobre quién es el mejor jugador, cuál es el que marca más goles y cuando alguno pierde, nunca es culpa de que hayan jugado mal o de que el equipo contrario haya sido mejor. La culpa, siempre y repito siempre, es del árbitro.

Yo le digo a papá que cómo puede ser su culpa si no juega, a lo que él me contesta que si hubiese pitado aquella falta, el otro equipo no habría metido gol. A mí todo esto me suena un poco a excusa. Es como aquel día, en que mamá me pidió que la ayudase a recoger la mesa y se me rompió un vaso, y yo le dije que no había sido culpa mía, sino de ella por meterme prisa.

A papá le extrañaba que mi hermano no fuese de su mismo equipo y se lamentaba diciendo ¡Qué habré hecho yo para que me salga un hijo culé! Yo no entendía que había de malo en eso y me parecía un poco absurdo que se lo tomase así. Fue entonces cuando mamá me explicó que cuando Pedro era pequeño, papá le compraba todo del Real Madrid: el balón, el equipaje, la mochila, etc. Pero todos sus esfuerzos para que el niño fuese de su equipo no sirvieron para nada.

-Lo lógico es que hubiese sido del Madrid ¿Verdad mami? -pregunté.

-Claro, pero tu hermano tiene sus propios gustos y eso es algo muy bueno. Lo que pasa es que a tu padre le cuesta aceptarlo -me contestó.

Os cuento todo esto porque esta semana pasó algo sorprendente. Se jugaba la liga de campeones y los dos equipos estaban en semifinales. Si ganaban pasarían a la final y podrían jugarla entre ellos. Aunque eso sería muy emocionante, en el fondo, cada uno deseaba que ganase el suyo y perdiese el otro, y así, solo uno de ellos jugaría por el título de Campeón de Europa. Por lo que en casa comenzó una pequeña batalla para ver quién se clasificaría. Se pasaron los días hablando de fútbol… que si somos los mejores, que lo vamos a ganar todo, que la copa es nuestra, etc. A mamá y a mí nos tenían fritas ¡Uff qué pesados estaban!

-¿Y qué pasa si pierden los dos? -pregunté de pronto.

-¿Qué dices niña? -dijo mi hermano molesto.

-Eso es imposible María, en todo caso perderá el Barcelona, pero el Madrid pasa fijo -habló papá muy convencido.

-No sueñes papá, este año ganamos nosotros -replicó mi hermano.

Estaban tan convencidos de que iban a ganar, que no se les podía decir nada. Por fin llegó el primer partido. Comenzó jugando el Barcelona y mi hermano estuvo nervioso desde el primer minuto. Al principio todo fue estupendamente y su equipo empezó ganando, pero al final no pudo ser y quedó eliminado. Pedro no podía creérselo, estaba alucinado y balbuceaba cosas incomprensibles: ¡Qué mala suerte hemos tenido! ¡Si fuimos mejores!

-Tranquilo, estas cosas pasan hijo. No te preocupes que otro año será -dijo papá intentando consolarlo, aunque en el fondo yo sé que estaba feliz.

-Bueno, a ver lo que hacen los tuyos mañana, a lo mejor les pasa lo mismo -respondió en tono irónico.

-Entiendo cómo te sientes, pero eso no va a pasar. Este título es nuestro y nadie nos lo va a quitar -habló papá con orgullo.

Al día siguiente jugaba el Madrid y por primera vez, mi hermano quiso verlo con mi padre. Fue un partido largo, con momentos en los que pensé que a papá le iba a dar algo. No paraba quieto, se levantaba, gritaba al árbitro y a los jugadores, casi tanto como cuando veía alguna noticia de la Señora Crisis.

Al final, aunque su equipo ganó, quedaron eliminados igualmente. Para mí no tenía sentido, pero no quise preguntar ya que todo lo que rodea al fútbol me parece una tontería. Hay que ver lo que son las cosas, ayer Pedro estaba triste y papá feliz, y hoy es al revés. Que razón tiene mamá cuando dice que son unos exagerados y hacen una tragedia de nada.

-No te preocupes papá, que ellos jugaron muy bien, la culpa fue del árbitro -le dije intentando animarle.

-¿Qué dices? -me preguntó Pedro.

-Yo que sé, como papá dice que es su culpa cuando pierden, pues digo yo que será eso.

Los dos se echaron a reír al escuchar mi razonamiento. Pasado un rato se consolaron mutuamente y fue la primera vez que estuvieron de acuerdo en algo del fútbol. Comprendieron que toda su guerra durante la semana no sirvió de nada y tuvieron que aceptar la derrota. Tanto burlarse el uno del otro, para que al final los dos quedasen fuera.

jueves, 26 de abril de 2012

Algo extraño le ocurre a mi hermano

Desde hace algunas semanas he observado en mi hermano Pedro, un comportamiento más extraño de lo normal. No sé si mis padres se han dado cuenta de sus pequeños cambios, pero a mí no se me escapa una. La primera vez que noté que algo raro pasaba, fue cuando le vi peinarse cuidadosamente delante del espejo del baño. Normalmente él no se preocupa mucho por su imagen. Suele llevar el pelo algo largo y despeinado, cosa que a mamá la saca totalmente de quicio. Siempre dice que el día menos pensado agarrará sus tijeras de peluquera y le cortará esas “greñas” mientras duerme. Desde entonces Pedro cierra  la puerta de su habitación con llave.

A la hora de vestirse también es un poco desastre. Suele llevar pantalones rotos, camisetas negras con dibujos raros y unas botas oscuras que parecen más propias de alguien que vive en la montaña que de un chico de ciudad. A él no le importa lo que piensen los demás. Vive en su mundo con su música… bueno, si a eso que escucha se le puede llamar música, porque para mí es más ruido que otra cosa. La verdad es un poco pasota y nunca le había visto preocuparse por su aspecto.

-Mamá ¿Has notado algún cambio en Pedro?

-¿A qué te refieres nena?

-No sé, pero ahora viste de otra forma. Ya no trae esos vaqueros rotos y sus camisetas son más bonitas. Se pasa muchas horas en el baño peinándose y lo que más me llama la atención es que está usando colonia -le expliqué.

-Vaya, pues no me había fijado, pero ahora que lo dices creo que tienes razón -habló mamá ligeramente intrigada.

-Además ya no escucha esas canciones tan raras, ahora es como una música más romántica, parecida a esa que te gusta a ti ¿No sé si me entiendes?

-Me estoy dando cuenta que eres muy observadora, pero creo que ya sé lo que le pasa -dijo mamá entre risas.

-¿Ah sí? ¿Y qué es? -pregunté.

-De momento no voy a decírtelo ya que estoy segura que muy pronto lo descubrirás -respondió ella muy misteriosa.

Aunque protesté con todas mis fuerzas porque no me lo decía, no sirvió de nada. No me parecía justo que después de que yo le contase todas mis sospechas, ella ahora se hiciese la interesante y no me dijese nada. Pero mamá tenía razón, ya que tan solo dos días después, descubrí el misterio.

Era por la tarde y yo estaba terminando mis deberes, cuando Pedro entró en casa acompañado de una chica. Entraron en la cocina y nos la presentó a papá y a mí, diciendo que era una compañera de clase y que había venido a casa para hacer un trabajo de historia. La sonrisa en la cara de papá me hizo sospechar…

-¿Es tu novia? -pregunté de repente.

-No digas tonterías María, es una compañera -contestó Pedro algo nervioso.

-Ya veo ya -le dije.

-Bueno nos vamos a mi habitación que tenemos mucho que hacer -sentenció mi hermano apresuradamente.

-Eres tremenda nena, en menudo aprieto le has puesto -dijo papá partiéndose de risa cuando ellos salieron de la cocina.

-Pero acerté ¿A qué sí? -pregunté entre risas.

-Creo que has dado justo en la diana -me contestó sin poder parar de reír.

Durante un rato me quedé pensando en lo que papá me dijo y aunque no entendí en que diana había dado, el caso es que mi hermano Pedro estaba enamorado. Su forma de mirar aquella chica lo decía todo. A mi me encantaba que él se sintiese feliz, pero me daba un poco de pena el pensar que se hacía mayor. Sobre todo porque eso significaba que más pronto que tarde a mí también me pasaría. En ese momento no pude evitar pensar en Lucas, algo que me dejó intrigada el resto del día.








lunes, 23 de abril de 2012

La Reforma Laboral es amiga de la Señora Crisis

Que mi padre esté de mal humor se está convirtiendo en algo demasiado habitual. Aunque tengo que reconocer que la mayor parte de las veces no le falta razón. A pesar de eso, él siempre intenta quitarle importancia y procura que sus enfados con todo lo que pasa a su alrededor no nos afecten a nosotros. Digamos que papá está disgustado con el mundo y desde que perdió su trabajo cualquier noticia, relacionada con el trabajo, le enfurece o como dice él, “me saca de mis casillas”.

He intentado imaginarme cómo alguien puede salirse de sus casillas, pensando que a lo mejor se refiere al juego del parchís. Pero no voy a darle vueltas, ya que cada vez tengo más claro, que a los mayores, decir las cosas tal y como son, no les gusta. Ellos prefieren utilizar expresiones que, a veces a mí, sí que me sacan de mis casillas.

Este mediodía cuando llegué del colegio, le encontré barbullando cosas incomprensibles. Pensé que habría escuchado algo en la televisión que no le había gustado nada. Por este motivo he empezado a cogerle manía al televisor. Si pudiese, quitaría todas las cosas que le hacen sentir mal y solo dejaría que se emitiesen dibujos y música. Bueno, música de la normal y no de esa rara que escucha mi hermano Pedro, que estoy segura a mucha gente le pone de mal humor, casi tanto como las noticias. Aunque pensándolo bien, como esas canciones te dejan medio sordo, serían un buen remedio porque así no podrías escuchar nada más.

Mientras meditaba todo esto, me dirigí a mi habitación para dejar la mochila. Desde allí pude escuchar que mamá acababa de llegar para comer. Entonces papá, al verla, comenzó a hablar atropelladamente, mientras ella intentaba en vano tranquilizarle. Así que me fui hacia la cocina para enterarme de lo que pasaba, ya que esta vez la cosa parecía grave.

-Es que no hay derecho, yo no sé a dónde vamos ir a parar -le oí decir a papá enfadado nada más entrar en la cocina.

-Tienes razón cariño, pero poniéndote así no vas a solucionar nada -le respondía mamá.

-Sí claro, es mejor callarse y agachar la cabeza. Ir a trabajar como si nada, mientras abusan una y otra vez reduciendo nuestros derechos a la mínima expresión. Pero bueno algunos se lo tienen merecido ¡Si nuestros abuelos levantaran la cabeza! -seguía diciendo papá cada vez más molesto.

-¿Qué pasa mamá? No entiendo ni palabra de lo que dice ¿Por qué tiene que levantar la cabeza el abuelo? ¿Tiene algún problema en el cuello? -pregunté extrañada.

-No pasa nada nena. Es que han despedido a Manolo el amigo de papá -me explicó ella.

-No le digas que no pasa nada, claro que pasa y todo malo. Además ¿Qué futuro le estamos dejando a ella? Casi es mejor que no estudie más, total para lo que va a servirle. Aunque tampoco debemos preocuparnos mucho, porque a este paso acabarán con los colegios y tampoco tendrá donde ir a estudiar -habló papá de una forma que comencé a relacionar con la expresión “fuera de sus casillas”.

-Papi explícame de qué estás hablando que no entiendo nada y me estoy asustando -le dije.

-Estoy hablando de la bendita reforma laboral -me contestó.

-¿Reforma laboral? ¿Y eso qué es? ¿Cómo cuando reformamos el baño para que quedase más bonito y moderno? -pregunté algo confundida, ya que pensaba que una reforma era para mejorar algo.

-No María, no es eso, pero debería serlo. El caso es que ahora pueden despedir a un trabajador aun estando enfermo, como le pasa a Manolo. Él estuvo operado y durante dos semanas no pudo ir a trabajar. Pero ahora le han dicho que ya no le necesitan y lo ponen en la calle. Todo esto ocurre porque la nueva reforma laboral lo permite y no hay derecho -me explicó.

-¡Pobre Manolo! ¿Y no se puede hacer nada contra eso? -pregunté.

-Claro que se puede. La única forma de impedir esto es protestar ante las injusticias que se están cometiendo. Pero no sirve de nada si la gente sigue mirando hacia otro lado como si a ellos no les afectase. Si cada vez que hubiese una protesta todo el mundo se paralizase, tendrían que escucharnos. De la misma forma que hicieron nuestros abuelos y padres, que lucharon para que tuviésemos derecho a un trabajo digno y ahora nosotros estamos dejando que todo eso desaparezca con la excusa de la crisis -concluyó papá muy serio.

En ese momento mamá, intentando poner algo de calma, nos pidió que nos sentásemos a la mesa para comer porque se estaba haciendo tarde. Pero la verdad es que ya no tenía mucho apetito. Otra vez la Señora Crisis venía a fastidiarlo todo. No podía dejar de pensar, cuántas eran las cosas que se complicaban gracias a ella y entendía que papá estuviese tan enfadado. En el fondo le agradecía que me contase la realidad que vivíamos y que no me dejase vivir en un mundo de fantasía solamente. No sé cómo va acabar esta historia de los trabajadores, pero lo que sí tengo claro es que, como bien dice papá, mientras estos permanezcan callados, todo irá a peor.

jueves, 19 de abril de 2012

Tengo miedo a la oscuridad

-¡Mamá no hay luz en mi habitación y está muy oscuro! -grité esta mañana nada más despertarme.

-Tranquila cielo que ahora voy -me contestó.

-Ya voy yo mamá que tengo aquí la linterna -dijo de repente mi hermano.

-Qué venga quien sea, pero venid ya que tengo miedo -hablé sintiéndome aterrada.

-No te preocupes peque, que los monstruos solo vienen por la noche -dijo Pedro con voz de miedo.

-¡Mamá! No le dejes que me diga eso que me está asustando -contesté.

-Ya está bien, deja de meterte con tu hermana y llévale la linterna de una vez -dijo papá regañando a Pedro.

-¡Uy sí, que la nena es una miedica! -respondió mi hermano entre risas.

Mientras él se burlaba de mí, yo cada vez me sentía mas asustada y todo me daba miedo. Los juguetes que había en mi estantería, mis muñecas favoritas que me miraban con cara siniestra etc. Así que me tapé con el edredón para no ver la oscuridad que había en mi habitación. Aunque pronto me di cuenta que debajo de él todavía estaba más oscuro.

Escondida dentro de mi cama, oía como mis padres intentaban averiguar por qué hoy nos habíamos despertado sin luz, cuando de repente, la puerta de mi cuarto se abrió. Poco a poco me destapé para poder ver quién era, pero no conseguí distinguir nada. De pronto alguien avanzó hacia mí y un fuerte destello de luz iluminó mi cara.

-¡Socorro! ¡Mamá hay un monstruo en mi habitación! -grité muerta de miedo metiéndome otra vez dentro de  la cama y tapándome con todo lo que estaba a mi alcance, intentando así que aquel ser no me agarrase.

-Jajajaja, soy yo boba que te estoy alumbrando con la linterna -dijo mi hermano partiéndose de risa.

-Eres malísimo ¿Por qué me haces sufrir? -pregunté a punto de llorar.

-¿Se puede saber a qué viene tanto alboroto? Mira que disfrutas haciendo rabiar a tu hermana -dijo papá entrando en mi cuarto.

-Vale, perdón, solo era una broma -replicó él.

-Parece que es un corte de luz en todo el edificio. Abriré las persianas para que entre un poco de claridad -habló mamá desde el pasillo.

-Vamos levántate María que hoy desayunaremos a la luz de las velas. Ya verás que divertido -dijo mi hermano intentando tranquilizarme.

-Sí, divertidísimo, no ves que bien me lo estoy pasando -respondí en tono irónico.

 -Venga chicos a desayunar que se hace tarde -dijo mamá.

Mientras mi hermano Pedro me alumbraba con la linterna, yo me levanté y me puse la bata y las zapatillas de casa. Juntos nos dirigimos hacia la cocina, donde mamá había puesto unas velas para que, al menos, pudiésemos ver lo que había en la mesa. Pasado el susto inicial, tengo que reconocer que me gustó mucho desayunar así y que Pedro tenía razón, fue divertido.

Cuando terminamos de comer, volvió la luz y todos suspiramos aliviados. Entonces mamá nos metió prisa para vestirnos y asearnos porque con tanta historia se había hecho tardísimo. Al final solo había sido un apagón por un fallo eléctrico, aunque por un momento pensé que la Señora Crisis nos había dejado sin luz, cosa que tampoco me extrañaría nada si tenemos en cuenta lo mucho que le gusta fastidiarnos.

lunes, 16 de abril de 2012

Vamos de visita al Museo de Historia Natural

La semana no podía haber empezado mejor. Nada más llegar al colegio, la señorita Paula, nuestra profesora, nos anunció que durante la mañana haríamos una pequeña excursión al Museo de Historia Natural de nuestra ciudad. Toda la clase estalló de alegría, porque en vez de pasarnos el tiempo haciendo sumas y divisiones, lo pasaríamos visitando a nuestros antepasados. Al parecer había una exposición sobre la evolución del hombre, y con ella, podríamos conocer cómo vivían en la Prehistoria y cómo llegamos a lo que somos en la actualidad.

Cuando llegamos, nos dimos cuenta que no éramos el único colegio que había decidido visitar el Museo. Así que nos reunimos un montón de niños y nuestros profesores nos pidieron que hiciésemos grupos de dos para no perdernos. Por supuesto, Clara y yo nos pusimos juntas, e iniciamos la visita con una guía que nos contaba todo lo que podíamos ver en cada una de las salas del Museo.

-Bienvenidos niños, comenzaremos la visita en la sección donde se encuentran los dinosaurios -habló nuestra guía.

En aquella sala se encontraban los esqueletos de los dinosaurios que hacía millones de años habitaban nuestro planeta. Estaban los Brontosauros, los Diplodocus, los Triceratops y los temibles Velociraptor que eran carnívoros y muy veloces. Aunque estos últimos eran más pequeños que los otros, la verdad es que impresionaban y costaba imaginarlos vivos. 

-¡Qué pasada, son enormes! No sé cómo podían convivir con ellos -dijo Clara sorprendida con el tamaño de aquellos animales.

-A mí me dan un poco de miedo ¿Te imaginas encontrarte uno así en el parque? -pregunté sintiéndome asustada con solo pensarlo.

-Tranquila yo te protegería y no permitiría que nada malo te pasase -dijo de repente una voz detrás de nosotras.

-¡Vaya por Dios! Apareció tu amiguito, el listillo -refunfuñó Clara ligeramente molesta al ver que el que nos hablaba era Lucas.

-¡Hola qué sorpresa encontrarte aquí! -respondí haciendo caso omiso a las palabras de mi amiga, al mismo tiempo que volvía a sentir ese cosquilleo extraño en mi estómago que notaba cada vez que le veía.

-Yo también me alegro de verte. Si quieres puedo acompañaros en la visita, si a tu compañera no le molesta -respondió él guiñándome un ojo.

-Por mí puedes hacer lo que quieras, mientras no incordies -dijo Clara con ironía.

-No le hagas caso, normalmente no es tan antipática y claro que puedes acompañarnos -repliqué con una sonrisa y sin poder evitar sonrojarme mientras lo decía.

Así fue como proseguimos juntos con la visita. Pasamos de la sala de los dinosaurios a la de los primeros hombres que habitaron la Tierra. Nuestra guía nos explicó cómo vivían, cazaban y cómo poco a poco fueron evolucionando. Los descubrimientos e inventos que realizaron a través del tiempo y que nos llevó hasta la vida tal y como la conocemos ahora. Gracias a ellos el hombre fue mejorando sus condiciones para poder vivir más cómodamente.

-No estoy muy de acuerdo con eso -dije de pronto interrumpiendo la explicación de la guía.

-¿Cómo dices María? -preguntó mi profesora muy sorprendida ante mi atrevimiento.

-Pues que no creo que hayamos mejorado tanto. Antes ellos solo tenían que preocuparse por tener comida y poco más. No tenían que pagar facturas, ni ir al colegio, ni trabajar. Además de que compartían sus cuevas y vivían todos juntos como una gran familia. Tampoco existía  una Señora Crisis que fastidiase todo el tiempo, dejándolos en la calle sin trabajo ni dinero. Resumiendo, que me parece todo más fácil y sencillo que ahora -respondí muy convencida.

-Bueno, no te falta razón. Pero debes pensar que seguramente a ti no te gustaría vivir en una cueva vestida con pieles, pasando frío y hambre -contestó nuestra guía.

-Pues no sé si me gustaría o no. Además esa mejoría de la que habla no es tan real como dice, porque todavía existen pueblos en África y América Latina que viven así. Y por lo que yo he visto en la tele, algunos de ellos son infelices cuando nosotros vamos a imponerles nuestro modo de vida y les quitamos sus tierras y sus cabañas para que vivan de una forma más moderna. Así que no tengo tan claro que hayamos mejorado tanto como dice -concluí toda seria.

-Bueno ya está bien María, ya debatiremos eso otro día. Ahora continuemos con la visita -dijo la señorita Paula con una ligera sonrisa.

-Me has dejado impresionado, eres una chica muy lista, además de guapa -me susurró Lucas al oído mientras avanzábamos por la sala.

En ese momento noté como me temblaban las piernas. Había conseguido dejarme sin palabras con su comentario. A mí también me parecía un chico muy listo y aunque seguía pensando que la evolución no era tanto como la pintaban, estar con Lucas aquel día en el Museo fue la manera más fantástica de comenzar la semana.

jueves, 12 de abril de 2012

Me gustaría tener un hermanito pequeño

Esta tarde estaba terminando los deberes, cuando papá entró en mi habitación y me preguntó si quería acompañarle al hospital. Al parecer habían operado a un antiguo compañero suyo de trabajo y quería visitarlo, y aunque a mi no me gustaba mucho ese sitio, acepté ir con él.

Al llegar no pude evitar recordar cuando la Señora Lola se había puesto enferma y lo mal que lo pasó mamá allí. Pero esta vez era diferente, el amigo de papá no corría ningún peligro. Así que subimos en un ascensor enorme que nos llevó a la tercera planta donde estaba ingresado.

-¿Qué tal Manolo? ¿Cómo te encuentras? -saludó papá cuando entramos en la habitación.

-¡Hombre, cómo me alegro de tu visita! -contestó él.

-Te veo estupendamente, seguro que pronto te mandan para casa -dijo papá.

-Pues sí, en un par de días ya me echan fuera. La verdad es que todo salió muy bien -habló Manolo-. Y esta niña tan guapa ¿Quién es? ¿No me digas que es María?

-Sí, es mi pequeña. Saluda nena -me dijo papá.

-Ya iba hacerlo, pero hablabais tanto que yo no podía decir nada. ¡Hola! ¿Qué tal? -repliqué.

-Jajajaja pero que salada es. Tienes razón que no te dejamos hablar -dijo Manolo entre carcajadas.

Estuve tentada a preguntarle dónde notaba que era salada. Que yo sepa son las comidas las que pueden estar saladas o sosas y no las personas. Pero me quedé callada porque intuí que estaba ante una de esas cosas ilógicas y extrañas que dicen los mayores. Además noté que a papá no le había gustado mucho mi forma de saludarle, por lo que quedarme en silencio fue una buena decisión.

En ese momento ellos comenzaron a hablar de las típicas cosas de adultos: “qué mal está todo”, “no hay trabajo”, “esta dichosa crisis”, “que si el gobierno tiene la culpa”, etc. Como no me estaba enterando de mucho, ni ganas que tenía tampoco, le pedí permiso a papá para salir al pasillo donde había una máquina con chucherías. Solo me puso como condición que no me alejase y que no molestase a nadie.

Saqué del bolsillo de mi chaqueta unas cuantas monedas y miré los precios para ver qué podía comprarme. Había unas chocolatinas que tenían muy buena pinta y me decidí por una de ellas. Tras sacarla me senté en un banco que había al lado para saborearla y mientras lo hacía pude ver a un señor que no dejaba de dar vueltas por el pasillo. Parecía nervioso o preocupado, caminaba arriba y abajo, y de vez en cuando se paraba delante de una puerta como esperando a que saliese alguien.

-Si sigues así acabarás gastando los zapatos de tantas vueltas que das -le dije acercándome a donde estaba.

-Perdona ¿Cómo dices? -me preguntó.

-Qué por muchas vueltas que des, lo que estás esperando no ocurrirá antes -respondí.

-Eres muy lista. Pero no puedo evitarlo, mi mujer está ahí dentro y estoy un poco nervioso -me contestó sorprendido por mi desparpajo.

-¿Está enferma?

-No, no es eso, es que vamos a tener un bebé.

-¡Qué bien! ¿Y es un niño o una niña? -pregunté emocionada.

-Es un niño y se llamará Víctor -me explicó.

-Es un nombre muy bonito, yo me llamo María ¿Y tú?

-Fernando, encantado de conocerte María.

Justo cuando iba a contestarle “igualmente”, se abrió la puerta y salió un hombre vestido de verde de la cabeza a los pies. Yo supuse que era el médico que Fernando estaba esperando, y detrás de él, apareció una enfermera que llevaba un bebé chiquitito en brazos. Los dos se acercaron y le dijeron que todo había salido muy bien y que aquel era su niño. Entonces él lo cogió con mucho cuidado y le dio un besito en su cabecita. A continuación se agachó para que yo también pudiese verlo.

-Mira María, te presento a Víctor -me enseñó ligeramente emocionado.

-¡Es precioso! Se parece un poco a ti -dije acariciándole una de sus manitas.

-Gracias María, tú si que eres preciosa. Te agradezco que me hicieses compañía mientras esperaba -me dijo el que posiblemente era el hombre más feliz del mundo en ese momento.

-Ha sido un placer, además es la primera vez que veo un bebé recién nacido. No sabía que eran tan pequeñitos. Ahora cuídale mucho y a su mamá también -le contesté.

-María ¿Qué haces ahí? -habló papá de pronto saliendo de la habitación de Manolo- ¡Pero bueno! ¿Ya estás metiéndote donde no te llaman? -preguntó reprendiéndome.

-No la regañe, que es un encanto y me ha hecho muy grata la espera -contestó Fernando con una sonrisa.

Fue entonces cuando me despedí de Fernando y Víctor. Mientras íbamos hacia el coche, mi padre fue diciéndome que no se me podía dejar sola, que era una metomentodo que si bla, bla, bla. Pero yo solo pensaba en lo mucho que me gustó conocerles a los dos y camino a casa comencé a imaginar que sería estupendo tener otro hermanito. Pero seguro que si se lo decía a mamá me contestaría que estoy loca, que era lo que nos faltaba. Casi mejor voy a seguir insistiendo con lo del perrito, que creo que tengo más posibilidades.

lunes, 9 de abril de 2012

Pasamos la Semana Santa en el pueblo

La semana pasada fue Santa. Se llama así porque celebramos la muerte y resurrección de Jesús. Son unos días de recogimiento y oración. Aunque yo prefiero las navidades porque son más alegres, esta semana me gusta porque estamos de vacaciones y no tenemos colegio. Así que el miércoles pasado, salimos por la noche hacia el pueblo de los abuelos. Cuando llegamos, la abuela nos recibió con una suculenta cena, y mientras saboreábamos la comida, el abuelo nos puso al corriente de las actividades que se celebraban en el pueblo durante esos días.

-El viernes es el día más importante y habrá una procesión con el Cristo y la Virgen de los Dolores. Me gustaría que mañana bajásemos al pueblo y tanto tú como Pedro participaseis en los preparativos -dijo el abuelo a mi papá.

-Por supuesto, puedes contar con nosotros. Sé muy bien lo importante que es esto para la parroquia e iremos encantados -contestó papá con una sonrisa.

-¿Puedo ir yo también? -pregunté.

-Pues claro que puedes, así ayudarás a las mujeres a vestir a la Virgen -respondió el abuelo.

-¿Qué está enferma y no puede vestirse sola?

-No cariño, es que no estoy hablando de una persona sino de una figura. Para que lo entiendas, es como si fuese una muñeca pero algo más grande -explicó él entre carcajadas.

Al día siguiente nos dirigimos hacia la iglesia del pueblo. Nada más llegar un hombre se acercó a nosotros y le explicó al abuelo lo que tenían que hacer. A mí me mandaron con un grupo de mujeres que estaban muy atareadas limpiando y colocando flores. Yo las ayudé en todo lo que pude y una vez terminamos, nos fuimos a una pequeña habitación donde estaba la Virgen. Con mucho cuidado comenzamos a vestirla. Aquellas mujeres sacaron de un armario un vestido blanco y una preciosa capa de terciopelo negro con bordados dorados. Una vez vestida, la peinaron y cubrieron su cabeza con un manto de color negro.

-Muy bien, pues esto ya está ¿Qué te parece María? -dijo una de las mujeres.

-Está muy guapa, pero parece triste -respondí.

-Es que lo esta, su hijo acaba de morir por todos nosotros los pecadores -me explicó.

-¿Por mi culpa también? -pregunté nerviosa.

-No cielo, tú no tienes culpa de nada que tú eres un angelito -habló una de las señoras más mayores.

Cuando salimos de aquella habitación, me acerqué a mi papá y pude observar que los hombres habían colocado a Jesús en una enorme cruz. Estaba clavado a ella, cubierto con una pequeña sabana de cintura para abajo, tenía heridas y una corona de espinas en su cabeza. La verdad es que no me gustó nada y me producía mucha tristeza.

-¿Por qué solo lleva una sabana? ¿No crees que tendrá frío? -le pregunté a papá.

-No nena, él no siente nada -me respondió.

-Yo no sé si sentirá algo o no, pero a mí me da escalofríos al verlo -concluí.

Aquella noche tuve pesadillas y dormí fatal recordando la imagen del sufrimiento de Jesús. Nada más despertarme, salí de mi cuarto y me dirigí hacia la cocina donde estaban mamá y la abuela preparando el desayuno. Al entrar las escuché que murmuraban algo como “que mala suerte, tantos preparativos para nada”

-Buenos días ¿Ocurre algo? -pregunté medio adormilada.

-Buenos días nena. No pasa nada malo, lo único es que está lloviendo y así no podremos hacer la procesión -contestó mamá.

-Tanto trabajo para que todo estuviese perfecto ¡Ay que pena señor! -dijo la abuela con tristeza.

-No me extraña que llueva, eso es el cielo que está llorando -dije.

-¿Por qué dices eso nena? -preguntó mamá.

-Todo es muy triste mami. Estamos celebrando una muerte y encima le hicieron mucho daño. Si yo fuese cielo también lloraría, no me gusta nada esta celebración -hablé apenada.

-Escucha María, en esta semana recordamos la muerte de Jesús pero no debemos hacerlo desde la tristeza. Esto es una manera de conmemorar lo que hizo por nosotros y forma parte de nuestra religión -me explicó.

Aunque entendí a mamá, sigo pensando que estas fiestas son demasiado tristes. Yo lo que quiero son celebraciones alegres que me hagan sentir bien, y pensar en muerte y dolor no me apetece nada. Lo único que siento es que al final la tan esperada procesión del Viernes Santo no pudo celebrarse porque llovía mucho. Pero bueno, seguro que el año que viene sale el sol.

martes, 3 de abril de 2012

¿Para qué suben los impuestos si así estamos peor?

Cuando en casa me dejan ver la televisión, cosa que ocurre solo si tengo todos los deberes hechos, busco programas que sean divertidos y me hagan reír. Supongo que es lo que hace todo el mundo, para eso está, para entretener. En cambio papá, hace todo lo contrario a los demás y parece que la ve para enfadarse. Se pone hecho una furia, sobre todo con las noticias. Incluso llega a hablar solo, discutir consigo mismo, con el presentador, con la pantalla o con quién se le ponga por delante. Precisamente ayer por la noche, mientras ayudaba a mamá a hacer la cena, le oímos como refunfuñada en el salón.

-Ya está tu padre hablándole al televisor -indicó mamá.

-¿Y por qué hace eso? ¿Acaso le contesta? -pregunté intrigada.

-Pues no te creas, que el día menos pensado le responde y a tu padre le da un patatús -contestó entre risas.

Comencé a pensar cómo sería una discusión con un televisor que tuviese la capacidad de contestarte. Aunque creo que a mí eso me daría mucho miedo ¿Y si las personas salen e invaden tu casa? Imagínate que un día te levantas por la mañana y te encuentras al presentador de los informativos duchándose en tu baño. ¡Qué susto! Sinceramente prefiero que se queden dentro. Visto que mis pensamientos no me llevaban a ningún sitio, decidí ir al salón para ver qué había pasado que tanto disgustaba a papá.

-¿Qué ocurre papá? ¿Con quién hablas? -pregunté.

-Solo cariño, hablo solo. Es que todo son malas noticias, sobre todo para los pobres. Ahora el gobierno va a subir los impuestos y recortar prestaciones. ¡Lo que nos faltaba! -dijo él algo irritado.

Yo no me enteré en que idioma hablaba. Las palabras que decía a mí me sonaban a chino. Pero me picaba la curiosidad por saber que eran los impuestos y lo otro que había dicho que sonaba fatal. Lo único que tenía claro es que todo eso era malo.

-Papi como no te expliques yo no entiendo nada de lo que dices -dije sentándome a su lado en el sofá.

-Es un poco complicado María, pero intentaré explicártelo para que lo comprendas. Los impuestos son un pago obligatorio que las personas y empresas dan al estado para financiarlo. Con ese dinero se construyen carreteras, puertos y aeropuertos. Además se pagan los servicios públicos de sanidad, educación, etc. -dijo papá.

-Pues no suena tan mal como parecía, no entiendo por qué te enfadas -repliqué.

-Pues sí que me enfado, porque ahora por culpa de la crisis quieren que paguemos más impuestos. Pero no para que estemos mejor, ya que pretenden reducir gastos y eso lo harán en sanidad y educación. Esto que significa que los servicios médicos empeorarán y los colegios tendrán más dificultades para enseñar a los niños como tú -concluyó papá.

-Pues no lo entiendo. Se pagan para que tengamos más cosas y luego las quitan ¿Para qué pagamos entonces? -interrogué.

-Porque hay que ahorrar María y esta es la forma que tienen de hacerlo. Pero eso no es todo, el problema es que la gente no tiene trabajo y tiene que pagar sus impuestos igualmente -explicó papá.

-Venga, vamos a cenar y deja de contarle esas cosas a la niña que ella no tiene porqué preocuparse de eso -dijo mamá desde la cocina.

-No estoy de acuerdo, nuestro deber es prepararla para el mundo en que vivimos. Que sepa cómo son las cosas no le hará ningún daño -señaló muy serio.

Mientras ellos discutían cuál era la mejor forma de contarme lo que sucedía a mi alrededor, yo me quedé pensativa. Aunque entendí todo lo que papá me relató, había detalles que no me cuadraban y a los que no paré de dar vueltas durante toda la cena. Si los trabajadores no tenían trabajo ¿Por qué debían pagar los impuestos si encima les quitaban cosas? ¿Por qué no pagaban los que trabajaban o los que tenían más dinero?

Además la forma de ahorrar no la comprendía. Es como si mamá fuese a comprarme unos calcetines y la señora de la tienda le dice que le pague dos y le vende uno, para ahorrar claro. ¿Y qué hacen con el otro calcetín? Creo que mamá tiene razón y casi prefiero vivir en la ignorancia, aunque entiendo que papá se enfade y le hable al televisor. Bastante paciencia tiene. Si fuese yo lo tiraba por la ventana para no volver a oír noticias tan absurdas.