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domingo, 1 de diciembre de 2013

Presentación de "Los misteriosos sueños de Hugo"

El fin de semana pasado fue muy emocionante. Asistimos a la presentación del cuento de Silvia, “Los misteriosos sueños de Hugo”, que tuvo lugar en el Espazo Xove de Ourense. Yo nunca había ido a algo así y no dejaba de pensar cómo sería una presentación de un cuento ¿con un apretón de manos y diciendo hola que tal? ¿O quizás con un “encantada mucho gusto”? Aunque pensándolo bien, si era un libro, este no podría contestarte.

En ese momento mi mamá me llamó apremiándome para que terminara porque se hacía tarde. Fue así como bajé de la nube y salí corriendo de mi habitación para reunirme con mi familia. El acto comenzaba en una hora y mis padres querían estar un poco antes de que llegase la gente.

Cuando llegamos al Espazo Xove, Silvia ya estaba allí charlando con el editor de su libro y al vernos se acercó a nosotros para saludarnos. Mi madre le dio un abrazo mientras le decía lo orgullosos que nos sentíamos de ella. Mientras ellos charlaban animadamente, yo me colé en la sala donde se iba a celebrar el evento.

El salón era muy bonito, en color marfil y con unas fotos preciosas que decoraban las paredes. En uno de los laterales había una mesa que era donde se sentarían los participantes de la presentación: Luis (editor del libro), Merche (coordinadora del Espazo Xove), Verónica (amiga y lectora) y por supuesto, Silvia, la autora. Colocadas en semi círculo estaban las sillas para que la gente pudiese sentarse. En una esquina del salón estaba el grupo de música Hora Meiga, a los que había conocido el verano pasado en la granja de los abuelos. Estaban colocando sus instrumentos, ya que ellos amenizarían el acto con su música mágica.

-¡Hola María! Me alegro de verte -me dijo Marko, el gaiteiro del grupo.

-¡Gracias! Yo también me alegro de verte -le saludé con una sonrisa.

-¿Ya te has leído el cuento? -me preguntó.

-Por supuesto y me encanta, sobre todo volar con los Ñukys a la luna - le contesté.

-Sí a mí también me gusta. Hasta hemos compuesto un tema dedicado al cuento que hoy tocaremos y que se titula “No mundo dos Ñukys” -me contó Marko.

-¡Vaya, eso es genial! Estoy deseando escucharlo -le dije muy contenta.

-¿Qué haces ahí Maria? -dijo mi papá acercándose a donde estábamos el gaiteiro y yo.

-Hablaba con Marko papá y ¿sabes una cosa? tienen una canción para el cuento de Silvia ¿a que es estupendo? -le expliqué.

A él también le pareció fantástico y después de saludar al gaiteiro y al resto del grupo nos fuimos para sentarnos porque la gente empezaba a entrar y pronto comenzaría el acto. Justo cuando iba a sentarme alguien me saludó por detrás y al darme la vuelta cual fue mi sorpresa al encontrarme a Jose, el dueño de Thays la perrita que le gusta a Iker, que es el perrito de Hugo. Hacía casi un año que no le veía y me alegré muchísimo que estuviera allí acompañando a Silvia en un momento tan importante para ella. Estuvimos charlando un ratito y me dijo que no se lo hubiese perdido por nada del mundo.

Poco a poco el salón se fue llenando de gente y a mi lado se sentó una chica con su hija. Enseguida me di cuenta de que aquella niña era especial y como no dejaba de mirarme le pregunté cómo se llamaba. Su mamá me dijo que su nombre era Naiara y tenía cuatro años. Ella se llamaba Pili, desde hacía tiempo leían las historias de Silvia y hoy se habían acercado para conocerla. En ese momento entendí la emoción que Silvia sintió al conocerlas y lo feliz que le hizo ver a Naiara.

Entonces la música comenzó a sonar anunciando que la presentación iba a empezar. Unos minutos después Luis, el editor dirigió unas palabras al público. Después habló Merche de cómo conoció a Silvia y de lo mucho que le gustaba su cuento. Llegó el momento de Verónica, que leyó un trocito del cuento y aunque estaba un poco nerviosa debo decir que lo hizo muy bien. Una vez finalizó su intervención, comenzó a sonar “Os mundos dos Ñukys”. En ese momento especial, el salón se quedó en silencio, mientras las mágicas notas nos invadían invitándonos a soñar y a volar a un mundo fantástico. Al finalizar la música todos aplaudimos la magnífica interpretación de Hora Meiga.

A continuación llegó el turno de la autora Comenzó agradeciendo a todas aquellas personas que contribuyeron en la organización del acto. A todos los que asistimos y la acompañamos en ese momento y también a los que no pudieron venir y que de alguna forma estuvieron apoyando con sus mensajes y llamadas. Por supuesto no olvidó a aquellos que la ayudaron con su libro, corrigiéndolo y mejorándolo, sobre todo a algunos amigos que en momentos bajos la animaron a continuar. También a su familia que siempre creyó en ella. A medida que hablaba, se notaba que estaba feliz y emocionada.

Aunque lo que más me gustó fue cuando dijo que los sueños podían cumplirse y que debíamos creer en ellos. Luchar por conseguir aquello que nos llena y nos hace felices y confiar en que todo es posible. Invitó a los padres a que promuevan la lectura entre sus hijos y que le den herramientas que ayuden a estimular su imaginación. Su mensaje fue que nunca dejemos de soñar y volar a mundos mágicos como el de los Ñukys.

Después de los aplausos por sus palabras llegó el momento de firmar su cuento. Todos querían una dedicatoria de la autora, y fue así, como se formó una pequeña cola que esperaba pacientemente su turno. Silvia atendió a todos con una sonrisa, daba besos y abrazos y se alegraba cuando veía a gente de su pueblo, amigas de la infancia, vecinos y personas que recorrieron km para conocerla.

Unos minutos más tarde, por fin me tocó a mí. Al verme allí delante de ella con mi libro en la mano, se levantó y me dio un par de besos. Entonces agarró el cuento y comenzó a escribir en él, luego me lo entregó y me dijo “Gracias María por todas las alegrías que me das”. Salí de la fila y me fui corriendo a un lado para leer lo que me puso y decía:

“A mi pequeña María, mi niña preciosa que tan feliz me hace. Bienvenida al mundo de los Ñukys donde los sueños se convierten en realidad y espero que tú seas mi próxima realidad. Con mucho amor. Silvia (Lúa Máxica)

jueves, 21 de noviembre de 2013

Entrevista en la radio a mi autora

Hoy fue un día genial. Me pasé toda la mañana ayudando a Hugo, mi vecino, a colgar los carteles de la presentación del cuento de su madre, Silvia. Todos estamos emocionados y felices por ella y es por eso que mi hermano Pedro y yo nos ofrecimos a ayudarles en todo lo que necesitasen. Hasta Iker, su perrito, nos acompañó en nuestra tarea de repartir carteles por toda la ciudad y cada vez que poníamos uno ladraba muy contento moviendo su rabito.

Los carteles son chulísimos, llenos de colores y con la portada del cuento “Los misteriosos sueños de Hugo”. Como premio a nuestra colaboración, su mamá nos regaló un par de carteles a mi hermano y a mí. Nada más llegar a casa colgué el mío en la pared de mi habitación donde se viese bien.



Pero lo mejor estaba por venir. Nos invitó a acompañarla a la radio de nuestra ciudad para una entrevista que iban a hacerle. Al escucharla empecé a dar saltitos de alegría ya que nunca había visto una emisora por dentro y tenía muchas ganas de saber cómo funcionaba todo.

Llegamos a media tarde, Hugo, mi hermano Pedro, Silvia y yo. En la entrada ya nos estaba esperando Vidal López, que era el locutor del programa de radio. Nos recibió con una sonrisa y nos invitó a pasar al estudio de grabación. Era como un salón con una mesa redonda que en el medio estaba llena de micrófonos. En uno de los lados había una mesita llena de botones que según nos explicó era la mesa de sonido y era allí donde se grabaría la entrevista. Las paredes estaban cubiertas por posters de gente famosa, sobre todo cantantes y grupos musicales.

Después de enseñarnos todo el estudio, le pidió a Silvia que se sentase enfrente a él para hacer una prueba de sonido y a nosotros nos dejó sentarnos a su lado pero con la condición de que estuviésemos calladitos. 

La entrevista duró seis minutos y la mamá de Hugo estuvo muy tranquila, aunque al terminar dio un suspiro por lo que pensé que a lo mejor no estaba tan tranquila como aparentaba. Aunque Vidal le dijo que había estado muy bien, algo en lo que todos estuvimos de acuerdo. Fue en ese momento, cuando Silvia le regaló uno de los cuentos dedicado.

Entonces nos despedimos de Vidal agradeciéndole lo amable que fue con nosotros y así terminó mi visita a la radio. Me encantó poder verla por dentro y empecé a pensar que tal vez cuando sea mayor yo también podría hablar en la radio, como Vidal, aunque creo que para hacerlo tan bien como él voy a tener que trabajar mucho.

Para escucharlo pinchar aquí. Ir al minuto 23.

Ahhh me olvidada, os recuerdo que no debéis faltar a la presentación este sábado día 23 a las siete de la tarde. Además vendrán a tocar el grupo de música folk-celta Hora Meiga y será toda una fiesta.

jueves, 17 de octubre de 2013

El 12 de Octubre no fue festivo para todos

La semana pasada, nuestra profesora, la señorita Paula, nos pidió que hiciésemos una redacción sobre la festividad del 12 de octubre. Al oírla me puse muy contenta porque después de un mes de clases, por fin, llegaba el primer festivo del curso. Pero mi alegría duró muy poco, ya que al mirar el calendario descubrí que este caía en sábado.

Al principio me desilusioné mucho aunque después pensé, que al menos mamá, no tendría que trabajar en la peluquería y así podríamos ir el fin de semana a casa de los abuelos ¡Qué bien!

-Quiero que expliquéis porqué es festivo ese día, qué es lo que celebramos y también cómo lo celebráis en casa. Os recuerdo que puntuará para el examen de Lengua -habló la profesora despertándome de mis pensamientos.

-¿De cuántas páginas tenemos que hacerla? -preguntó mi amiga Clara.

-Con una o media página es suficiente. Lo más importante es que cuidéis la ortografía ya que no quiero faltas ¿entendido niños? -nos dijo.

-Sí señorita -contestamos todos juntos.

-¿Cuándo tenemos que entregarla? -preguntó Lucas.

-Las recogeré el lunes, así que tenéis tiempo suficiente para hacerla. Bien, ahora podéis marcharos, la clase ha terminado -habló la señorita Paula.

Cuando llegué a casa le conté a mi papá lo de la redacción que teníamos que preparar. Pero sobre todo le hablé de mi idea de pasar el fin de semana con los abuelos, ya que desde el mes de agosto no habíamos vuelto y los echaba de menos. A papá le pareció fantástica y esperamos a que viniese mamá para proponérselo. Los dos estábamos de acuerdo en que a ella le sentaría bien descanar esos dos días ya que trabajaba muchas horas y últimamente se la veía muy cansada. Pero cuando llegó y le contamos lo que habíamos planeado, en vez de alegrarse su cara se tornó triste.

-Es una idea estupenda, pero no podré ir porque tengo que trabajar -dijo apenada.

-¿Cómo que tienes que trabajar? Pero si es festivo mami -le pregunté sorprendida sin entender nada.

-Ya lo sé cariño, pero abren los negocios de alrededor y yo también tengo que abrir -me explicó.

-Esto es el colmo, ni los festivos se respetan ahora. Claro, no vaya a ser que descanses dos días seguidos. La culpa de todo la tiene el gobierno por permitir estos atropellos -dijo papá enfadado.

Durante un rato me quedé sin saber qué decir. Por mucho que me lo explicara seguía sin entender porqué tenía que trabajar un día festivo ¿Quién ganaba con ello? Estaba claro que los trabajadores no ¿Acaso la gente no podía comprar otro día? Empezaba a pensar que no solo el gobierno, como decía mi papá, era el culpable de esta situación. Con estos pensamientos me fui a mi habitación para escribir mi redacción.

REDACCIÓN

12 DE OCTUBRE FIESTA NACIONAL

El 12 de Octubre se celebra en nuestro país el día de la Hispanidad. Se llama así porque  hace muchos años, un 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón descubría América. Aquel descubrimiento tan importante para ambos mundos, convirtió este día en memorable y a partir de entonces se inició el contacto entre Europa y América. Años después esta jornada sería declarada Fiesta Nacional de España.

Además de esto también se celebra el día del Pilar en honor a la Virgen del Pilar, patrona de Aragón y en particular de la ciudad de Zaragoza. Durante una semana viven sus fiestas patronales. Además de multitud de actos culturales también realizan una ofrenda floral a la Virgen del Pilar y una ofrenda de frutos.

Como podemos ver es un día muy importante para nuestro país. Con dos celebraciones muy significativas. Esta jornada se declaró festiva y no laborable para que todos los ciudadanos pudiesen disfrutar y conmemorar el 12 de Octubre.

Pero este año pasó algo totalmente incomprensible para mí. A pesar de todo esto, mucha gente tuvo que trabajar ese día porque las empresas consideran que estar cerrados dos días seguidos perjudica sus ventas y beneficios. Da igual que el trabajador tenga que renunciar a su merecido descanso, da igual que no puedan disfrutar de un fin de semana con su familia, da igual que muchos niños no puedan disfrutar de la compañía de sus padres, eso no importa.

Es por todo esto que este día ya no me parece tan importante ¿De qué sirve que lo declaren no laborable si luego no lo respetan? Aunque estoy segura de que si todos nos concienciáramos y esos días festivos nadie comprase nada, a lo mejor las empresas no abrirían porque no les saldría rentable. Pero claro, para eso tendríamos que ser solidarios y pensar en los que están trabajando, porque al final todos nos perjudicamos. De nada sirve quejarse luego de las injusticias si nosotros somos los primeros en cometerlas y apoyarlas.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Una buenísima noticia para terminar el verano

Después de pasar un maravilloso mes de agosto en la granja de los abuelos, las vacaciones llegaron a su fin, y con ellas, el verano. El regreso a casa siempre era un poco triste porque me recordaba que pronto volverían los madrugones, el sonido estridente del despertador, el regreso a las clases…en fin, la vuelta a la rutina. Sin embargo, aún faltaban unos días para todo eso. Así que en vez de lamentarme, preferí seguir saboreando el tiempo que había pasado en el pueblo.

¡Fueron unas semanas estupendas! Nunca había prisas y todo era paz y tranquilidad. Reconozco que hice un poco la vagoneta, como solía decir mi papá. Pero no solo dediqué mi tiempo a dormir y a jugar, también ayudé a la abuela en las tareas de la casa, mientras mi hermano Pedro hacía lo mismo con el abuelo ayudándole con los animales de la granja. Después de comer nos íbamos a la piscina que el abuelo había construido para nosotros y nos pasábamos toda la tarde bañándonos, tirándonos de cabeza, en bomba, haciendo carreras o largos, como decía mi hermano…¡Era genial!

Aunque lo mejor de todo sucedía durante los fines de semana porque era cuando venían nuestros padres. A ellos les hubiese gustado estar todos los días con nosotros, pero mi madre no podía cerrar su negocio, una pequeña peluquería de barrio de la que dependía mi familia. Por lo que irse de vacaciones todo el mes era un lujo que no podían permitirse. Era por eso que solo venían esos dos días, así aprovechaban para descansar un poco y poder estar todos juntos.

Sin embargo lo mejor ocurrió en el último fin de semana. Esta vez no vinieron ellos solos sino que aparecieron acompañados de nuestros vecinos. Hugo, que era de la edad de mi hermano Pedro, sus padres e Iker, su perrito, un pequeño Yorkshire muy juguetón. Fue toda una sorpresa y nos alegramos mucho al verles. Era una familia con la que nos llevábamos muy bien y no solo porque fuésemos vecinos sino porque también éramos amigos. Hugo y su perrito casi pasaban más tiempo en mi casa que en la suya propia, y sus padres, se llevaban estupendamente con los míos. Además mi mamá y la suya eran amigas desde la infancia y se querían mucho.

Así que después de saludarnos efusivamente, con besos y abrazos, mi hermano Pedro se ofreció para enseñarle la granja a Hugo.

-¿Puedo ir mamá? -le preguntó Hugo a su madre.

-Pues claro que puedes, pero no os entretengáis mucho que cenamos en un rato -respondió mi abuela sin dar tiempo a que su mamá contestase, mientras les invitaba a pasar al interior de la casa.

-Gracias abuela. Será mejor que Iker se quede con María ¿te importa cuidarlo peque? -me preguntó mi hermano.

-Pues claro que no, me quedo con él encantada -le dije al tiempo que agarraba al perrito por su correa.

Iker movía su rabito sin parar, como si la idea de quedarse conmigo le gustase. Me agaché para acariciarlo y él me dio unos cuantos lametones en señal de agradecimiento. Fue en ese momento cuando vi a los chicos que salían corriendo hacia la parte de atrás de la granja que era donde se encontraban los animales. Entonces me levanté y agarré a Iker para entrar en la casa.

Desde la ventana del salón pude observar como corrían por el patio hablando sin parar, contentos de poder pasar el fin de semana juntos. Se encaminaron al establo y después de presentarle a las vacas, cerdos, ovejas, gallinas y conejos, Pedro llevó a Hugo a ver la piscina, y creo que fue lo que más le gustó de todo, porque nada más verla ya quería darse un baño. Entonces apareció el abuelo y les explicó que era mejor esperar al día siguiente porque ya estaba anocheciendo y no quería que se resfriara nadie. Comprendieron que él tenía razón, así que obedecieron a regañadientes  y regresaron a la casa para cenar.

Una hora más tarde la cena estaba preparada y todos nos sentamos para degustar los riquísimos platos que había preparado la abuela. Durante la cena nadie hablaba ya que todos estábamos muy ocupados saboreando la empanada de bacalao, el guiso de carne, las patatas asadas y el pan casero. Ya estábamos terminando cuando mi mamá nos dice que Silvia, que es como se llama la madre de Hugo, tiene una noticia muy importante que darnos. Nos quedamos en silencio mirándola y esperando impacientes a que nos lo contase.

-Bueno, como ya sabéis en mi tiempo libre escribo cuentos infantiles y tengo uno que se titula “Los misteriosos sueños de Hugo”, que lo he mandado a muchas editoriales. Pensaba que quizás a alguna le gustaría y querría publicármelo. Pues bien, unos meses más tarde una editorial me contestó. Me llamaron a casa, diciéndome que les gustaba mi cuento y que querían publicarlo. Ni que decir tiene que casi me desmayo al escucharlos. Así que, aproximadamente sobre Noviembre verá la luz mi primera historia.

-¡Felicidades! ¡Enhorabuena! Sabíamos que lo conseguirías -decían mis abuelos emocionados con la buenísima noticia.

-¡Jolines que suerte Hugo! ¡Eres el protagonista del cuento! ¡Te vas hacer famoso! -exclamé mientras Hugo se ruborizada entre las risas de los demás al verle así.

-Tienes razón María, él es el protagonista y el que inspiró este relato -me explicó su mamá.

-¡Es fantástico Silvia! Al final tanto trabajo tiene su recompensa -hablaba mi papá.

-¡Nos alegramos tanto por ti! Quiero que sepas que siempre creímos que algún día esto ocurriría, estábamos seguros que solo era cuestión de tiempo -dijo mi mamá con la voz entrecortada.

-Gracias, de verdad no sé qué deciros. Me siento tan feliz y al mismo tiempo me cuesta creer que esto me esté pasando. Por supuesto, estáis invitados cuando se haga la presentación del cuento -contestó la mamá de Hugo emocionada y agradecida por nuestras muestras de cariño.

-¡Qué bien! Claro que iremos ¿verdad mami? Además yo quiero un cuento dedicado ¿me lo firmarás Silvia? -le pregunté.

-Pues claro que sí mi niña, a ti a la primera de todas -me contestó con una enorme sonrisa.

-¿Sabes una cosa? Yo también escribo, tengo un diario donde cuento todas mis cosas. A lo mejor un día también le gusta a alguien y me lo publican ¿no crees? -le pregunté.

-Eso está muy bien, yo empecé así, escribiendo un diario. Además tú eres una niña muy lista y estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas María. Recuerda no rendirte jamás, al final los sueños se cumplen sí de verdad crees en ellos -me contó.

En ese momento recordé las veces que mi madre me contó lo maravilloso que sería que Silvia consiguiese algún día que una editorial creyese en ella y le publicase alguno de sus cuentos. Aquella era una afición que le venía desde muy pequeña. Solía inventarse historias que luego se las relataba a sus amigas…de brujas, de hadas, de princesas encantadas y de seres mágicos. Mi mamá decía que tenía una imaginación desbordante y que era capaz de inventarse un relato en tan solo unos minutos.

Pasaron los años y Silvia siguió escribiendo durante su juventud, siempre como un hobbie, una manera más de expresar lo que sentía. Aunque albergaba la esperanza de que, quizás, algún día, sus cuentos vieran la luz y muchos niños podrían leerlos. Un sueño que ahora se hacía realidad, gracias a su talento para contar historias y también gracias a que una editorial confío en ella. Por fin uno de sus cuentos llegaría a las librerías.

Finalmente me he dado cuenta de que Silvia tenía razón, los sueños pueden cumplirse y ella era la mejor prueba. Es por eso que he decidido que no voy a rendirme en mi empeño de derrotar a la Señora Crisis. Sé que podré con ella y que la venceré.

jueves, 1 de agosto de 2013

Nos vamos de vacaciones

Este año, debido a la crisis, mi mamá no puede cerrar la peluquería durante el mes de agosto. Así que nos quedamos sin vacaciones porque, según dice ella, es un lujo que no nos podemos permitir. Me da mucha pena que no pueda tener su bien merecido descanso. Ella trabaja muy duro durante todo el año, hace un montón de horas diarias para que no nos falte de nada, ya que mi papá está en paro y el negocio es el único ingreso que sustenta a nuestra familia. Aunque él también ayuda en todo lo que puede y  hace alguna que otra chapucilla por ahí para traer algo más de dinero a casa. Pero no es suficiente para pagar todas las facturas y es por eso que prefieren no cerrar este mes para intentar arreglar un poco este año tan malo.

A pesar de todo esto, mis padres no quieren que nosotros suframos las consecuencias y es por eso que mañana viene mi abuelo a recogernos a mi hermano y a mí para pasar este mes en su granja. Aunque me encanta pasar las vacaciones con los abuelos, sobre todo ahora que tienen una piscina para refrescarnos, no me parecía justo que nosotros lo pasáramos bien y ellos se quedaran en la ciudad trabajando.

-Es igual mami, nosotros nos quedamos también. Además podemos ayudarte en la peluquería, yo puedo lavarles el pelo a las clientas y Pedro cobrarles por el trabajo -le expliqué intentando convencerla para que nos dejasen quedar con ellos.

-Eres un cielo María, pero esto no es discutible. Vosotros os vais al pueblo con los abuelos y quiero que lo paséis muy bien que os lo merecéis por las buenas notas que sacasteis los dos -me dijo muy seria.

-Esto todo es culpa de la malvada Señora Crisis que no para de molestar, hasta las vacaciones tiene que fastidiárnoslas ¡No es justo! Yo quiero pasar el verano con vosotros -repliqué enfadada.

-No te preocupes por nada nena, nosotros iremos todos los fines de semana. Ya verás como será muy divertido, ni te darás cuenta de que no estamos el resto de los días -me dijo papá con una sonrisa.

Aunque no era lo mismo que estar todo el mes juntos, no quise decir nada más. Entendía que mis padres todo lo hacían por nosotros y querían que tuviésemos unas buenas vacaciones aunque ellos tuviesen que sacrificar las suyas. Así que me dispuse a preparar mis cosas para que cuando llegase el abuelo al día siguiente todo estuviese listo.

Por la noche mi mamá preparó una cena especial: pizza casera y de postre flan de huevo, como despedida ya que no nos veríamos en una semana. Todo estaba delicioso, bueno es que ella es una gran cocinera y todo lo que cocina siempre estaba riquísimo. Una vez terminamos de cenar nos dijo toda la retahíla de recomendaciones que siempre nos daba cuando salíamos de casa: portaros bien, obedeced a los abuelos, ayudar en las tareas que os manden, etc. No sé para que nos lo recuerda, si ya nos lo sabemos de memoria, en fin.

Durante este mes no escribiré nada en mi diario, me limitaré a disfrutar de mi estancia en la granja e intentaré pasar todo el tiempo posible con mi familia. Así que me despido de vosotros y vosotras y nos veremos nuevamente en septiembre. Ya solo me queda desearos unas muy felices vacaciones a todos. Espero que lo paséis muy bien y no dejéis que nadie os las amargue, ni siquiera la malvada Señora Crisis, ya nos ocuparemos de ella a la vuelta.

jueves, 18 de julio de 2013

Final de las mini vacaciones con "Hora Meiga"

Que razón tenía mi mamá cuando decía que lo bueno duraba poco. Después de pasar unos días en la granja de los abuelos, esta tarde tuvimos que regresar a casa. Me dio mucha pena tener que irme ya que pasamos una semana estupenda. Disfrutamos de unas maravillosas mini vacaciones durante las cuales estuvimos muy sosegados, sin agobios y sin el calor asfixiante que hacía en la ciudad. Además de poder bañarnos en la piscina que el abuelo construyó para nosotros y que se convirtió en el mejor regalo del verano.

La vida en la granja era muy tranquila. Por las mañanas nos levantábamos sobre las once y hacíamos el reparto de tareas. Mi hermano Pedro, papá y el  abuelo se dedicaban a cuidar a los animales, mientras mamá, la abuela y yo ordenábamos la casa para luego ponernos a preparar la comida. Nos lo pasábamos muy bien ayudando en lo que podíamos a los abuelos. Además ellos se lo merecían todo, porque eran muy buenos con nosotros y siempre tenían sonrisas y buenas palabras para mi hermano y para mí.

Al terminar de comer nos íbamos para la piscina y nos tirábamos allí casi toda la tarde. Mi papá se tumbaba en una hamaca y solo decía que aquello sí que era vida. Se le veía tan feliz y relajado que ni las noticias le afectaban. Así transcurrían los días en la granja, llenos de paz y tranquilidad y eso se notaba en el estado de ánimo de todos. Pero lo que más me gustaba era ver a mis padres tan contentos y despreocupados, era como si la Señora Crisis, los políticos y todos los problemas hubiesen desaparecido allí en la montaña.

Aunque lo mejor sucedió en el fin de semana. La abuela había invitado a mi amiga Andrea, la niña que tenía hiperactividad y que era rechazada por los niños del pueblo, a pasar los últimos días conmigo. Me encantó volver a verla porque era una niña estupenda a pesar de lo que decían los demás. Pero reconozco que era un poco impulsiva y nos dio algún que otro susto. Sin embargo, no fue nada que con mucho amor y comprensión no pudiésemos solucionar.

Así, sin apenas darnos cuenta, pasó aquella maravillosa semana. Ninguno de nosotros quería irse, y era lógico, con lo bien que estábamos allí ¿quien iba a querer regresar? Fue por eso que el abuelo quiso invitarnos, la última noche, a cenar en el pequeño restaurante que había en el pueblo.  Además nos dijo que iba a haber una actuación de un grupo musical y que lo pasaríamos muy bien. Andrea y yo estábamos encantadas con la idea, sobre todo porque si había música, seguro que podríamos bailar y nos acostaríamos tarde, y eso siempre era algo emocionante.

Sobre las diez de la noche llegamos al restaurante. Era muy bonito, como una gran casa de campo construido en piedra y madera. En la parte delantera tenía un pequeño aparcamiento que llevaba a la entrada del local y la parte de atrás estaba rodeada de un enorme jardín con flores y árboles. Tenía dos grandes terrazas a los lados con el suelo de césped donde estaban colocadas las mesas bajo unas enormes sombrillas. Uniendo las dos terrazas había un pequeño escenario en el cual ya estaban preparados los instrumentos musicales. Andrea y yo nos acercamos curiosas  para verlos más de cerca, mientras mi abuelo saludaba al dueño que había salido a recibirnos.

Al aproximarnos al escenario pudimos observar que había una batería, a la que Andrea le costó mucho resistirse a no tocarla. También había varias flautas, una guitarra, una pandereta, una especie de tambor como los de los africanos y una flauta muy grande. Era un poco rara porque llevaba como un saquito colgando que no entendía muy bien para qué servía. Aunque lo que más llamó nuestra atención fue una cesta de mimbre que había en una esquina. Estaba ladeada y dentro tenía una rana, al principio pensamos que era de verdad y nos asustamos un poco pero pronto nos dimos cuenta de que no lo era. Justo cuando Andrea se disponía a tocarla, a pesar de mis advertencias de que no lo hiciera, alguien habló detrás de nosotras:

-¿Qué hacéis chicas? ¿Puedo ayudaros en algo? -nos dijo haciéndonos girar ligeramente avergonzadas.

-Hola, no, no estábamos haciendo nada, tan solo curioseábamos -le respondí con una sonrisa.

-Ya veo. Permitidme que me presente, me llamo Marko y ¿vosotras? -nos preguntó.

-Yo soy María y ella es mi amiga Andrea, encantada -le contesté.

-Mucho gusto señoritas -nos dijo con una sonrisa.

-Oye Marko y este instrumento ¿Qué es? -interrogó Andrea señalando aquella flauta tan rara que llevaba un saquito y que tanto nos intrigaba.

-Esto es una gaita y es el instrumento que yo toco, por eso me llaman gaiteiro -nos explicó.

-Pero ¿Qué estáis haciendo? Venga dejar de molestar y vamos a la mesa que ya nos van a traer la cena -nos regañó mi papá mientras se disculpaba por estar importunando.

-No por favor, no las regañe y no se preocupe que son unas chicas muy educadas…y curiosas -le dijo Marko a mi papá al tiempo que nos guiñaba un ojo.

Obedecimos y nos sentamos en la mesa donde ya nos esperaba el resto de mi familia. Estaba intrigada pensando cómo sonaría aquella gaita, aunque no tarde mucho en descubrirlo ya que antes de que terminásemos de cenar, la música comenzó a sonar. El grupo se llamaba “Hora Meiga”, que significaba “Hora Bruja”. Me pareció un nombre chulísimo y muy original, pero lo mejor era cómo tocaban. Su música era mágica y te transportaba a otro mundo. Mi papá nos explicó que era música celta y aunque yo jamás la había escuchado antes, me quedé prendada de aquellas delicadas y suaves notas.

Unos minutos después, Marko nos invitó a ponernos en primera fila. Aunque a mí me daba un poco de vergüenza, Andrea no se lo pensó dos veces y tirándome de un brazo nos plantamos delante del escenario. Mientras él explicaba que iba a tocar una canción y  que nos la dedicaba a nosotras. Al escucharlo me puse colorada como un tomate. Entonces nos giñó un ojo y agarró aquella flauta extraña, la que nos dijo que era una gaita, y poniendo el saquito debajo de su brazo empezaron a escucharse las primeras notas musicales.

¡Fue fantástico! Escuchar aquel sonido de la gaita, me encantó. Por supuesto, conocer a Marko, el gaiteiro, también. Me quedé prendada de aquel instrumento y de la maravillosa música que salía de ella. No podía haber imaginado un mejor final para nuestras mini vacaciones, porque aparte de pasar unos días estupendos con mis abuelos y con Andrea, descubrí que la música mágica existía y se llamaba “Hora Meiga”.

jueves, 11 de julio de 2013

Llega una ola de calor

Desde hacía varios días estábamos viviendo bajo los efectos de una ola de calor. Aunque las noticias de la televisión ya nos lo advirtieron, la verdad es que no les hicimos mucho caso, básicamente porque según mi papá siempre estaban exagerándolo todo. Pero esta vez no fue así, es más, creo que hasta se quedaron cortos. Hacía tantísimo calor que era como si estuviésemos dentro de un horno todo el tiempo. Ni siquiera refrescaba por las noches, lo cual provocaba que conciliar el sueño fuese muy complicado.

A primera hora de la mañana mi mamá nos mandaba cerrar las ventanas y bajar las persianas en un desesperado intento de mantener la casa fresquita. También estábamos a medio vestir todo el día y sin ganas de hacer nada por culpa de las altas temperaturas, y lo peor de todo, es que por las tardes no podíamos salir a la calle porque el aire era tan caliente que se hacía insoportable pasear, correr o jugar.

La situación era tan inaguantable que mi papá decidió que era mejor que nos fuésemos a pasar unos días al pueblo. Allí vivían mis abuelos, en una preciosa granja situada en la ladera de la montaña. Por supuesto aceptamos encantados. Creo que fue una de las pocas veces que todos estuvimos de acuerdo. Además de que era un sitio precioso donde aparte de respirar aire puro no pasaríamos el tremendo calor de la ciudad, y seguro que por fin, lograríamos dormir.

Fue así, como al día siguiente, después de que mi papá telefonease a los abuelos para contarles nuestros planes, salimos con dirección hacia pueblo. Arrancamos bien temprano para intentar esquivar las horas de más calor. El viaje no era muy largo y pasado el mediodía llegábamos a la granja. Como siempre nos recibió el abuelo y después de unos cuantos besos y abrazos entramos dentro de la casa donde la abuela nos esperaba con una exquisita comida veraniega: ensaladilla rusa, tortilla de patatas y macedonia de frutas ¡Qué bueno estaba todo!

-Bueno chicos ahora que habéis acabado de comer tengo una pequeña sorpresita para vosotros -dijo el abuelo con voz misteriosa.

-¿Qué es abuelo?  -pregunté impaciente.

-Pero que hombre este, no puede esperar ni a que reposemos la comida. No tenías que decirles nada ahora era mejor más tarde -le regañó la abuela aumentando con ello la curiosidad de mi hermano Pedro y la mía.

-No le riñas abuela y deja que nos lo enseñe, venga porfis -dijo mi hermano algo ansioso.

-¡Vamos, venid conmigo! -nos contestó con un guiño.

Rápidamente nos levantamos de la mesa para seguirle, mientras escuchábamos a la abuela refunfuñar que era peor que un niño pequeño, pero ya nadie la escuchaba. Hasta nuestros padres salieron detrás de nosotros llenos de curiosidad por descubrir el misterio que guardaba el abuelo. Este nos llevo hasta la parte de atrás de la granja y cuando llegamos allí nos quedamos boquiabiertos al encontrarnos con una pequeña piscina. Era en forma de ocho, de color azul clarito y con un agua cristalina que invitaba al baño. Al verla no pude evitar dar saltitos de alegría, bueno mi hermano tampoco, para terminar corriendo a abrazar a mi abuelo agradeciéndole así tan estupenda sorpresa.

Entonces nos contó, muy orgulloso, que la había construido con sus propias manos y que le llevó dos meses terminarla. No quiso decirnos nada antes porque quería ver nuestras caras de felicidad.

-Gracias abuelo eres el mejor -le dije volviendo a abrazarlo.

-¿Podemos estrenarla? -preguntó mi hermano.

-Por supuesto, para eso la construí. Así que ir a poneros el bañador y a disfrutar -contestó con una enorme sonrisa.

-¿Tú no te bañas abuelo? –interrogué.

-No cariño esto es para que vosotros lo paséis bien, yo me quedaré viéndoos desde aquí -me respondió con una enorme sonrisa.

Unos minutos después ya estábamos tirándonos a la piscina. El agua estaba buenísima y por un momento la ola de calor parecía haber desaparecido. Pedro y yo lo pasamos muy bien, saltando, buceando, nadando y haciendo carreras. Al final también se unieron a nosotros mis padres y los cuatro estuvimos bañándonos casi hasta el anochecer.

Definitivamente la idea de mi papá fue la mejor del mundo. Poder pasar unos días con los abuelos siempre era maravilloso, pero además tener una piscina para nosotros solos era genial. Me sentía feliz por tener un abuelo tan estupendo y sin duda no había otro como él. En ese momento pensé que la ola de calor, tan asfixiante e irritante al principio, terminó convirtiéndose en una de las mejores noticias del verano, ya que gracias a ella pudimos disfrutar de unos días estupendos en familia.

jueves, 27 de junio de 2013

Sin dinero será difícil estudiar

Por fin se acabaron las clases. Ya estábamos en verano y con él llegaban las ansiadas vacaciones de fin de curso. Por eso esta mañana no tuve que madrugar y pude dormir sin preocuparme por el dichoso despertador, ese que tantas veces me había enfadado a lo largo del año. Aún así, quedaba una última cosa por hacer y era ir a recoger las notas. Así que al mediodía papá y yo nos dirigimos al colegio porque habíamos quedado con la señorita Paula, mi profesora.

En cierta forma era un día un poco triste porque tenía que despedirme de mis compañeros hasta el próximo curso. Eso era lo único que no me gustaba y me daba un poquito de pena pensar que no nos veríamos en todo el verano. Aunque estoy segura que con Clara, mi mejor amiga, no perderé el contacto y a lo mejor con Lucas tampoco. Me pongo colorada solo con pensarlo ¿Por qué me sentiré así cuando le nombro?

Cuando llegamos a la escuela había un montón de padres y alumnos esperando ser atendidos por sus respectivos profesores. Pude observar que algunos tenían cara de preocupación, supongo que sería porque no habían aprobado todo, y otros, como yo, estaban felices y despreocupados. Estaba segura de que tendría unas buenas notas porque me había esforzado mucho durante el curso, a pesar de las constantes interrupciones de Lucas con sus tonterías.

Mientras esperábamos a que nos atendieran nos encontramos con Hugo y su padre, nuestros vecinos, que ya salían de hablar con su tutor. No se le veía muy contento y daba la impresión de que su padre estaba regañándole. Entonces nos acercamos a saludarles y mi papá le preguntó qué tal le había salido todo. En ese momento Hugo bajó la cabeza y no dijo nada, enseguida me di cuenta de que había suspendido.

-No muy bien la verdad, le quedó inglés. No sé qué vamos hacer con él -dijo su padre muy enfadado.

-Bueno hombre, no te pongas así que si solo dejo una tampoco es para tanto y seguro que en septiembre la recupera -le indicó mi papá.

-Pero es que siempre está igual, quita unas notas buenísimas y con el inglés no hay manera -seguía diciendo su padre.

-Jolines papá es que ese idioma es un rollo y no tiene sentido ¿Dónde has visto tú que se hable de una forma y se escriba de otra? Así no hay forma de aprendérselo -replicó Hugo intentando excusarse.

-La verdad es que algo de razón tiene y a mí tampoco me parece muy lógico ese idioma. De todas formas estoy segura de que la recuperarás porque tú eres un chico listo -le dije intentando animarlo y pensando que tampoco era tan extraño su razonamiento.

Aunque su padre no estaba muy de acuerdo con mi comentario y seguía insistiendo que aquello no podía ser, Hugo me miraba esbozando una pequeña sonrisa de complicidad en señal de agradecimiento por defenderle. La verdad es que me daba un poco de rabia por él porque era muy buen niño. Era de la misma edad que mi hermano Pedro y además de vecinos eran grandes amigos. Los dos acostumbraban a pasar muchas horas juntos jugando a la Play-Station y creo que ese era el problema por el que Hugo iba un poco justo en los estudios. Nos despedimos de ellos porque ya nos tocaba a nosotros y yo estaba impaciente por saber que diría mi maestra.

Entramos en la clase donde nos esperaba la señorita Paula, mi profesora. Al vernos nos invitó a pasar y con una sonrisa saludo a mi papá y luego a mí. A continuación, sacó el boletín de las notas y comenzó a explicarnos que había aprobado todo con una nota media de notable. Al escucharla se me iluminó la cara sintiéndome muy feliz conmigo misma. El esfuerzo de todo el año había merecido la pena. También me di cuenta de la satisfacción que sintió mi papá porque tenía una sonrisa de oreja a oreja. La maestra le contó que yo era una niña muy aplicada y tenía mucho potencial. Durante unos segundos me quedé pensando a qué se refería con lo de potencial ¿Sería algo de matemáticas? ¿De química quizás? De todas formas fuera lo que fuese parecía que era bueno.

-María tiene capacidad para estudiar la carrera universitaria que quiera y eso no todos los niños lo tienen -siguió diciendo la señorita Paula.

-Estoy seguro de que tiene razón, lo único que me preocupa es que con tantos cambios en la educación no podamos darle los estudios que se merece -dijo mi papá con una ligera tristeza.

-Es cierto que con estas nuevas leyes que están saliendo y todos los cambios que afectan sobre todo a la educación pública las cosas se están complicando para las familias con pocos recursos. Sería una verdadera lástima que niños con talento tuviesen que quedarse sin completar sus estudios por falta de medios -le respondió ella levemente apenada.

-De todas formas haremos lo imposible para que nuestra pequeña tenga las mejores oportunidades y no pienso permitir que ninguna ley trunque sus sueños de poder ser algo más -habló mi papá muy decidido.

En ese momento, le cogí de la mano para que sintiera que yo estaba con él y que entendía su malestar ante la posibilidad de que no pudiese estudiar lo que quería. Todo por culpa de las reformas que se estaban haciendo en la enseñanza pública. Me parecía injusto que tuviese que quedarme a las puertas de estudiar lo que quisiera por el simple hecho de no tener dinero para pagarme una carrera. Pero no quise pensar más en aquello, aún faltaba mucho tiempo y prefería saborear mis resultados académicos sin especular en nada más. Nos despedimos de mi maestra deseándole que disfrutase de un buen verano.

Al salir nos encontramos con mi amiga Clara y su tía. Al vernos nos abrazamos entre grititos de alegría felices por habernos encontrado. Ella también estaba muy contenta porque había aprobado todo. Quedamos en que nos veríamos durante el verano ya que probablemente ambas lo pasaríamos en la ciudad. Justo cuando nos despedíamos apareció Lucas y automáticamente empecé a notar como mi cara se ponía roja igual que un tomate. Se acercó a nosotras para saludarnos y nos dijo que él también había sacado buenas notas. La verdad es que no me extrañaba, era muy inteligente y de los primeros de la clase, a pesar de pasarse la mitad del tiempo haciendo bromas.

Finalmente nos despedimos de los demás compañeros deseándonos un buen verano. Clara y yo quedamos de vernos en la próxima semana. Fue en ese momento cuando Lucas, aproximándose a mí, me dijo que esperaba verme durante las vacaciones y que podríamos quedar algún día para ir a la piscina o al parque. Asentí con la cabeza sintiendo, una vez más, esa sensación extraña en mi estómago cada vez que él se me acercaba. Tengo la sensación de que este será un magnifico verano.

jueves, 20 de junio de 2013

La declaración de la renta, menudo rollo

Este mediodía, cuando llegué del colegio, me encontré a mis padres que hablaban acaloradamente. Estaban en la cocina y no parecía que estuviesen discutiendo, más bien era como si estuviesen disgustados por algo, sobre todo mi papá. No dejaba de decir que todo era muy injusto y que de dónde sacarían ahora el dinero para pagar no sé qué cosa. Mientras mi mamá intentaba tranquilizarlo diciéndole que ya lo solucionarían, que nunca llovió tanto que no parase. Al escucharla me quedé pensando que yo no estaba tan segura de eso, ya que al ritmo que íbamos no tenía mucha pinta de que fuese a parar de llover. Claro que pronto me di cuenta que aquello, seguramente era una de esas expresiones que tanto les gustaba utilizar y que no tendría nada que ver con la lluvia.

Como no entendía nada de lo que hablaban decidí preguntarles directamente. Ellos se sorprendieron al escucharme, ya que tan ensimismados estaban en su conversación, que ni siquiera se habían dado cuenta de que ya había llegado a casa. Intentaron disimular para que creyese que no estaban hablando de nada importante, y me salieron una vez más, con lo de que eran cosas de mayores y que no tenía de qué preocuparme. ¡Pues van listos si creen que con eso me van a hacer callar!

-Esa respuesta no me sirve, sé perfectamente que pasa algo. Así que no me tratéis cómo si fuese tonta y contármelo -les dije muy seria.

-Pero bueno, ¿qué manera es esa de hablar señorita? -me preguntó mamá ligeramente enfadada.

-Perdóname mami. No es mi intención ofenderos, pero ya no soy tan pequeña para que me tengáis que ocultar las cosas. Además somos una familia y las familias resuelven los problemas juntas -le respondí muy convencida.

-Esta es mi chica. Pero que lista eres. Está bien, te lo contaremos. Porque ya veo que es imposible ocultarte nada, y tienes razón, somos una familia y tú tienes todo el derecho a saber lo que ocurre -habló mi papá.

Enseguida me di cuenta de que a mi mamá no le parecía buena idea que me lo contase. Ella siempre quería protegerme de todo lo malo y pensaba que viviendo en la ignorancia yo era más feliz. Pero se equivocaba, yo necesitaba saber lo que ocurría a mi alrededor, sobre todo las cosas que le pasaban a mi familia. Así que me senté al lado de mi papá y comenzó a explicarme que estaban disgustados por culpa de la declaración de la renta.

-¿Declaración de la renta? ¿Y eso qué es? -pregunté sorprendida.

-Intentaré explicártelo de manera sencilla para que puedas entenderlo María. Cada mes de abril comienza en nuestro país lo que se conoce como “Campaña de la Renta”. Durante unos tres meses los ciudadanos tenemos la obligación de presentar la declaración de IRPF. Se llama así porque es un impuesto personal que se paga por la renta obtenida durante un año, es decir, sobre el dinero que tú has ganado en ese año -me contó mi papá.

-Entonces la gente tiene que pagar al final del año por el dinero qué ganó ¿es eso? -interrogué.

-Bueno la gente ya paga todos los meses por el dinero que gana, normalmente en el sueldo que cobra un trabajador ya le descuentan una parte para pagar ese impuesto -me dijo.

-Pero no entiendo, si ya se lo descuentan todos los meses ¿Por qué tiene que volver a declararlo al final del año? -seguí preguntándole.

-Porque es la forma que tienen de saber si has pagado impuestos de más o de menos. Si has pagado más de lo que te correspondía, entonces te devuelven dinero y si has pagado menos, eres tú el que tienes que pagar una cuota extra ¿entiendes? -me preguntó una vez terminó de explicármelo.

Aunque me parecía un poco rollo, más o menos entendí lo que papá me explicó. Pero lo que no comprendía era porqué estaba tan enfadado con eso. Fue en ese momento cuando me indicó que este año, debido a la crisis, el gobierno había subido los impuestos. Eso provocaba que muchas familias, incluida la nuestra, se viesen obligados a pagar. Porque según nuestra declaración de la renta, nosotros habíamos pagado menos.

-Pero papi, si tú no tienes trabajo ¿cómo ibas a pagar más? -pregunté asombrada.

-Pues por eso estoy indignado cariño. No tengo empleo y a mamá le cuesta mucho sacar adelante una peluquería, que solo da para cubrir gastos y poco más. Además tenemos que pagar la hipoteca de la casa y cada vez es más difícil llegar al final de mes, y como si todo esto no fuera suficiente, ahora resulta que también tenemos que pagar más impuestos -me contó enfadado.

-Pues no los pagues, diles que no puedes y ya está -le dije.

-Ojala fuese así de fácil María pero no puedo hacer eso, si no pago me ponen una multa y todavía tendré que pagar más -me contó con pena y resignación.

Durante unos minutos me quedé callada, pensando en todo lo que me relató mi papá. Entendía perfectamente sus enfados ante las cosas que ocurrían a nuestro alrededor y hasta yo me ponía de mal humor escuchándole. ¡Qué injusto me parecía todo! Cada vez me gustaba menos este mundo de mayores. Sobre todo las desigualdades que había entre la gente, donde los pobres cada vez eran más pobres y los ricos cada vez más ricos.

Mis padres se mataban a trabajar y luchaban para darnos lo mejor a mí y a mi hermano, y el gobierno se lo agradecía oprimiéndoles cada día un poco más, en vez de ayudarles a salir adelante. No lograba entender cómo podían construir un mundo con tantas diferencias y el porqué no luchaban para que todos pudiésemos vivir con dignidad.

Dignidad. Me gustaba mucho esa palabra. La señorita Paula nos la explicó la semana pasada en el colegio. Significa el valor que tiene cada individuo, el derecho a vivir en libertad y a la toma de decisiones. La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto, es decir, que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos. Entonces ¿Por qué los adultos no luchan para que todos la tengamos?

jueves, 6 de junio de 2013

¡Vamos a la piscina!

Después de varios días en los que no se sabía muy bien si estábamos en invierno o en primavera, hoy, por fin, llegó el sol. Brillaba radiante en lo alto del cielo y sus rayos daban un maravilloso calorcito que invitaban a salir de casa. A todo esto había que añadir, que como estábamos en junio ya no teníamos clases por la tarde, lo que me dejaba más tiempo para disfrutar del casi veranito.

Fue por eso que este mediodía la tía de Clara, mi mejor amiga, llamó a mi mamá para pedirle permiso y llevarme con ellas a la piscina municipal. Ni que decir tiene, que al oír su invitación empecé a dar saltos de alegría, tantos, que mi mamá no pudo negarse. Tan agradecida me sentía que la abracé con todas mis fuerzas, mientras ella intentaba calmarme diciéndome que fuese a prepararme, porque en media hora vendrían a buscarme.

Rápidamente me fui a mi habitación para preparar mi mochila. Metí una toalla, un peine, el bronceador y por supuesto el precioso biquini nuevo que me había comprado la abuela ¡Qué ganas tenía de estrenarlo! Una vez terminé, me fui a la cocina donde mi mamá me esperaba con el bocadillo preparado y su interminable lista de recomendaciones: pórtate bien, obedece todo lo que te manden, cómete la merienda y espera dos horas antes de volver a bañarte, ponte abundante crema al llegar y al salir del agua que el sol es muy peligroso y podrías quemarte, etc, etc. Siempre igual, ¿cuándo se dará cuenta de que ya soy mayor? En fin, supongo que es algo que hacen todas las madres, y sino me lo decía no se quedaba tranquila. Así que me limité a contestarle a todo con un ¡Sí mamá!

Diez minutos más tarde, Clara y su tía me esperaban en el portal. Le di un beso a mamá prometiéndole que haría todo lo que me había dicho y bajé corriendo las escaleras. Al llegar, me subí al coche y Clara y yo nos abrazamos felices pensando en la maravillosa tarde que nos esperaba. Poco después llegamos a las instalaciones donde se encontraban las piscinas municipales, y se notaba que el calor empezaba a apretar porque estaban llenas de gente.

-Vamos chicas coger vuestras mochilas y nos pondremos cerca de aquellos árboles que hace menos calor -nos dijo la tía de Clara nada más bajarnos del coche.

-¡Mira María, el puesto de los helados está abierto! -exclamó Clara emocionada.

-¡Qué bien! Con las ganas que tengo de comerme uno -le contesté.

-Más tarde nenas, ahora vamos a colocar las toallas y darnos un chapuzón -habló su tía.

Mirando de reojo hacia los deliciosos helados, cogimos nuestras cosas y nos dirigimos hacia donde ella nos mandó. Era un sitio precioso y había dos piscinas de un color azul intenso que invitaban a bañarse. Una era para los mayores y otra para los pequeños, ambas rodeadas de hierba muy brillante y cortita, que según nos explicó su tía, se llamaba césped. En una esquina del recinto había una zona con árboles que simulaba un pequeño bosque. Fue allí donde nos instalamos porque había sombra y se estaba muy fresquito.

Aunque todo era precioso, nosotras lo único que queríamos era bañarnos y disfrutar del agua, así que dejamos al lado de un árbol nuestras cosas y nos fuimos al vestuario a ponernos los biquinis. En menos de cinco minutos ya estábamos tirándonos dentro de la piscina. Al principio el agua estaba un poco fría pero enseguida nos acostumbramos y ya no queríamos salir. Llevábamos casi una hora nadando, buceando y saltando por un tobogán que había en uno de los extremos de la piscina, cuando de pronto, alguien se apoyó en mí y me hundió hasta el fondo. Asustada y sin saber muy bien qué pasaba, salí hacia fuera con la respiración entrecortada y agitando los brazos con cierto nerviosismo, mientras oía risas a mi alrededor.

-Eres un idiota Lucas, no tiene gracia, menudo susto le has dado -le regaño muy enfadada Clara, al tiempo que se acercaba hacia mí para tranquilizarme.

-Perdona, era una broma, no quería asustarte ¿Estás bien María? -me preguntó preocupado al darse cuenta que casi me ahoga.

-Sí, estoy bien, pero no vuelvas hacerlo -le contesté con la voz entrecortada y sintiendo como me temblaban las piernas, aunque creo que era más por tenerle tan cerca que por lo que acababa de pasar.

-Eres un bruto, chico tenías que ser -le espetó mi amiga que seguía muy enfadada.

-Vale, tienes razón Clara. Vamos hacer una cosa, para que veas que estoy arrepentido os invito a un helado -nos dijo con una sonrisa tan dulce que era imposible negarle nada.

Entonces, salimos del agua para dirigirnos al puesto de los helados. A medida que nos acercábamos, recordé que aquellos heladeros llevaban allí toda la vida. Una vez mi papá me contó que pertenecía a una familia de los alrededores, y que el negocio, había ido pasando de padres a hijos. Hacían ellos mismos los helados y eran los más ricos de toda la ciudad. Mientras pensaba esto, notaba como la boca se me hacía agua, y al llegar, los tres nos quedamos babeantes mirando el expositor, sin saber muy bien cuál pedir. Todos tenían una pinta deliciosa. Los había de todos los sabores y colores que te podías imaginar.

La verdad es que era difícil elegir uno y si por mí fuese me los comería todos. Finalmente fue Clara la primera en decidirse, pidiendo un cucurucho de yogur con fresa, y yo, después de meditarlo mucho pedí uno que llevaba nata con pepitas de chocolate. Tenía un nombre un poco raro, stracciatella. Le pregunté al dependiente, un chico moreno muy amable, porqué se llamaba así, y me explicó que su nombre provenía del italiano y significaba “despedazado” y era porque llevaba el chocolate en trozos.

Tengo que reconocer que fue una magnifica decisión, porque estaba riquísimo, y a partir de ese momento, el helado de stracciatella sería mi favorito. Lucas también solicitó el mismo porque decía que si yo lo elegía seguro que estaba buenísimo. Al escucharlo no pude evitar sonrojarme, algo que me dio mucha rabia porque no quería que él se diese cuenta de lo nerviosa que me ponía. Aunque creo que lo que le decidió realmente fue ver mi cara de satisfacción al saborear el helado ¡Qué bueno estaba!

jueves, 23 de mayo de 2013

Las gramíneas me atacan

Llevamos unas semanas en las que el tiempo parece que está loco. No se sabe si es otoño o primavera, es como si estas dos estaciones se hubiesen mezclado. Cada día es diferente, uno hace sol y calor y al otro frío y llueve. Con este panorama es imposible saber qué te vas a poner de ropa cuando te levantas.

En mi casa, a estas alturas del año mi mamá nos manda quitar la ropa de invierno y subirla al desván, pero después de ver como está el tiempo, decidió que era mejor esperar hasta que este se aclarase. Es por eso que en mi armario se entremezclan, sandalias con botas, camisetas de manga corta con jerséis de lana y chaquetas de punto con anoraks.

Pero mi papá ha descubierto un método infalible para saber cómo vas a salir vestido a la calle. Todos los días se levanta antes que nadie y sale al balcón para comprobar la temperatura, y así, decide que ropa nos ponemos. Aunque a veces su sistema falla, porque a primera hora de la mañana hace más frio que al mediodía y eso provoca que muchas veces llegue a casa sudando del colegio. Creo que por eso, esta mañana cuando me levanté, me encontré con que tenía la nariz como un pimiento rojo, me lloraban los ojos sin parar y me dolía un poquito la cabeza.

-¡Ay nena que mala cara tienes! -exclamó mi mamá al verme entrar en la cocina.

-¡Vaya, muchas gracias! La verdad es que me encuentro fatal y no puedo dejar de estornudar -le dije entre achís y achís.

-Mejor no te me acerques pequeñaja, que no tengo ganas de que me contagies nada -me habló mi hermano Pedro apartándose de mi lado.

-Jolines yo no tengo la culpa de estar enferma -contesté con voz lastimosa.

-Será mejor que hoy no vaya al colegio y la lleves al médico -le indicó mi mamá a mi papá.

-Tienes razón, eso haré. Desayuna algo María y vístete que nos vamos al Centro de Salud -me dijo papá.

Como no tenía muchas ganas de comer, me tomé solo el vaso de leche y una galleta, a pesar de que mamá insistía e insistía en que debía tomarme algo más. ¡Ay que pesadita se ponía! Pero mi papá la convenció, menos mal, para que me dejase, diciéndole que sería peor que lo vomitase todo. Ante aquella lógica aplastante, mi mamá decidió que por esta vez lo dejaría estar. Fue así como me fui a mi habitación para vestirme y diez minutos después salimos hacia el Centro de Salud.

No tardamos ni media hora en llegar, ya que este se encontraba bastante cerca de nuestra casa. Sentía curiosidad por saber porqué le llamaban Centro de Salud, y mi papá me explicó que era porque allí estaban todos los médicos. Los que atendían a los niños, los que miraban los huesos que tenían un nombre un poco raro, traumanoseque. Aunque  los que más llamaron mi atención fueron los de la cabeza, ya que no sabía que también había doctores para eso. Aunque pensándolo bien, tampoco era tan raro, porque a más de uno buena falta le hacia que se la mirasen, sobre todo a esos políticos que se dedicaban a fastidiar a los demás con leyes sin sentido.

Tuvimos que subir hasta la tercera planta que era donde estaba la consulta del pediatra, que era así como se llaman los médicos que se dedican a curar a niños. Al lado de la consulta había una salita con sillas que era la sala de espera. Papá me pidió que me sentase un momento mientras él iba a hablar con la enfermera. Entonces me senté al lado de una señora que llevaba un niño pequeño en brazos. Era morenito, con unos enormes ojos azules y sonreía sin parar.

-Hola me llamo María, es muy guapo tu hijo ¿También está malito? ¿Qué le ocurre?-investigué curiosa.

-Hola guapa, yo me llamo Luisa y él se llama Nacho -me dijo con una sonrisa-. Pues sí esta algo enfermito, tiene problemas para respirar y por eso estamos aquí.

-¡Oh vaya! ¡Pobrecito! Pero ¿no será nada grave? -interrogué preocupada.

-No, no, tranquila. La doctora le receta unos medicamentos muy buenos y enseguida se pone bien -me explicó.

-¿Qué haces María? No molestes nena, venga estate atenta que un rato nos toca -dijo papá entrando en la sala de espera.

-No la riña por favor, es una niña muy amable y no me ha molestado nada -le contestó la señora.

-¿Ves? Tú siempre piensas que molesto, pues te equivocas papi, a la gente le caigo bien -concluí muy seria, mientras Nacho sonreía sin parar y hacía ruidos extraños como dándome la razón.

En ese momento una enfermera salió de la consulta y dijo mi nombre en voz alta. Entonces papá me agarró de la mano metiéndome prisa para que entrásemos. Nos despedimos rápidamente de Luisa y su hijo y entramos. Una vez dentro pude observar que en vez de un doctor, había una doctora. Era una chica joven muy guapa que nos recibió con una sonrisa. Mientras le preguntaba a mi papá qué era lo que me pasaba, la enfermera me acompañó hasta una camilla y me pidió que me desvistiese de cintura para arriba.

-¿Esta segura que quiere que haga eso? Porque si me desnudo me voy a enfriar y ya estoy bastante malita y no quiero ponerme peor -le contesté a la enfermera.

-Pero María, por favor,  haz lo que te dicen que ellas saben lo que hacen -me riñó papá.

-No te preocupes pequeña que aquí no hace frío, además necesito examinarte y con la ropa puesta no puedo hacerlo -me explicó la doctora con una amable sonrisa, acercándose hacia mi.

-Seguro que fuiste una buena estudiante porque eres un poco joven para ser médico ¿no crees? Los doctores que conozco siempre son mayores y tú no lo eres -dije muy seria.

-María por favor, deja de hacer preguntas que la doctora tiene que trabajar -volvió a regañarme mi papá ligeramente nervioso.

-No se preocupe, tranquilo, es bueno que pregunte, significa que es una niña lista -le contestó a mi papá-. Y has acertado, fui muy buena estudiante y de las primeras de mi clase, por eso pude terminar  mi carrera muy pronto. Así que ya sabes lo que tienes que hacer, estudiar mucho -me contó sonriendo.

-Eso haré, aunque aún no tengo muy claro que seré de mayor. Pero estoy segura que estudiaré algo importante -le respondí muy decidida.

En ese momento me pidió que abriese bien la boca para mirar la garganta. También me examinó los oídos y me dijo que respirase muy fuerte, porque según me explicó quería escuchar mis pulmones. Una vez terminó, le contó a mi papá que no era nada serio, que parecía ser una ligera alergia, probablemente a las gramíneas, pero con unas pastillas que me iba a dar pronto estaría mejor.

-¿A las qué? No, no creo, porque yo a esas no las conozco de nada. Tengo alergia a muchas cosas, a la Señora Crisis, a las injusticias, a las leyes esas que fastidian y enfadan a la gente…pero contra las gramíneas, se lo juro doctora que no tengo nada -le expliqué.

En ese momento las carcajadas inundaron la consulta. Todos se reían sin parar mientras yo me preguntaba ¿Qué he dicho? Entonces la médico me explicó que las gramíneas eras unas plantas que en primavera soltaban polen que flotaba en el aire. Mucha gente al respirarlo le hacia daño y le provocaba irritación en la nariz, ojos rojos y picor de garganta, todo esto acompañado por continuos estornudos. Justo lo que me pasaba a mí.

Después de escuchar su explicación, me sentí un poco avergonzada por pensar que las gramíneas eran algo relacionado con la Señora Crisis. Aunque, no tuviesen nada que ver y no eran tan malas. La verdad es que tampoco me cayeron muy bien, por muy plantas que fueran, más que nada porque me lo están haciendo pasar fatal. Pero me gustó conocer a la doctora, la cual me aseguró que en unos días estaría otra vez estupendamente.

jueves, 9 de mayo de 2013

No me gusta ni la LOMCE ni el Señor Wert

Hoy hemos vuelto a salir a la calle a protestar. La verdad es que llevamos unas semanitas que no paramos, y cada vez, entiendo más a mi papá cuando se enfurece. Esta vez somos los estudiantes los que volvemos a levantarnos contra las cosas injustas que nos quieren imponer. Pero por primera vez hicimos una huelga conjunta, padres, profesores y alumnos unidos contra un tal Señor Wert, que al parecer es el que manda y decide cómo debe ser nuestra educación.

Como a mí estas cosas cada vez me cuesta más entenderlas, decidí, ayer por la tarde,  preguntar en clase a nuestra profesora, la señorita Paula, quién era ese señor que tanto poder parecía tener sobre nosotros. A ella le gustó mi pregunta porque me dijo que era necesario que nosotros entendiésemos lo que estaba pasando, ya que éramos los primeros afectados por la nueva ley.

-¿A qué ley se refiere? -interrogó mi amiga Clara.

-A la LOMCE que es la ley orgánica para mejorar la calidad educativa -le respondió nuestra maestra.

-Ah bueno, entonces no hay problema. Si es para mejorarla no es nada malo -dije aliviada porque pensaba que nos iban a querer fastidiar otra vez.

-Te equivocas María, no solo es malo, es peor. Porque con esta nueva ley retrocedemos a los años cincuenta y se pierden muchos de los avances que se han conseguido hasta ahora -me explicó la señorita Paula.

-Pero eso no tiene ningún sentido, mejorar es convertir algo malo en algo bueno y no al contrario -hablé sintiéndome muy confundida.

-Debería ser así, pero en este caso no lo es -nos dijo la profesora.

Fue entonces cuando nos explicó en qué consistía esa ley que intentaba aprobar el Señor Wert. La LOMCE pretende que los estudiantes tengan que hacer más exámenes al final de cada ciclo, tanto en primaria como en la ESO. Además de dificultar el acceso a la universidad poniendo unas tasas y matriculas muy caras que la mayoría de padres de familias con pocos recursos no podrán pagar. Facilita la expulsión de los alumnos con dificultades para que no puedan llegar a estudios superiores. También quieren imponer asignaturas que no eran obligatorias, como la religión, para que cuenten en las notas finales. Esto todo terminará con los estudiantes de las clases más bajas y las carreras universitarias solo podrán hacerlas los hijos de gente rica. Una ley, en definitiva que destruye vuestro derecho a la enseñanza pública, gratuita, de calidad, laica y democrática.

-¿Y quien es ese señor para decidir cómo debemos estudiar? -pregunté enfadada.

-Ese señor es el ministro de educación, el que manda en todos los colegios, institutos y universidades públicas del país -me contestó la señorita Paula.

-Pues no me parece justo, nosotros solo queremos estudiar para tener un buen trabajo y un futuro mejor -habló Lucas muy serio.

-Tienes toda la razón, por eso nosotros los profesores y vuestros padres no queremos que esa ley se apruebe. Deseamos lo mejor para vosotros y que todos tengáis los mismos derechos y las mismas oportunidades. Por todo ello mañana iremos a la huelga -dijo la profesora.

Por eso esta tarde volvimos a salir a la calle, allí estábamos, otra vez. Apoyados por los mayores que se negaban a que nuestro futuro sufriera más recortes. Con nuestras pancartas y nuestra voz. Subida en los hombros de mi padre gritábamos por las calles de la ciudad:

¡NO A LA LOMCE!

¡BASTA DE ATAQUES CONTRA LA ESCUELA PÚBLICA!

¡LOS RECORTES PARA LOS BANQUEROS!

Lo que más rabia me daba de todo esto, es que aparte del Señor Wert, la gran culpable de todo era la Señora Crisis. Una vez más ella se empeñaba en fastidiarnos, no tenía suficiente con mortificar a nuestros padres, dejándoles sin trabajo, ahora también quería destruir el futuro de los niños.

Entonces recordé que mi papá siempre decía que uno debe luchar por lo que cree y no debe rendirse jamás, y eso es justo lo que haremos. Desde aquí le digo a ese Señor Wert, que tendrá mucho poder y se creerá muy importante, pero si piensa que porque somos niños nos vamos a callar y permitirle que juegue con nuestro futuro…es que no nos conoce nada.

jueves, 2 de mayo de 2013

1 de Mayo, Día de los Parados

Después de varias semanas viendo a mi papá, más o menos tranquilo, este mediodía volvió a enfadarse. El motivo fue porque hoy se celebró el Día del Trabajador. Aunque yo estaba encantada, porque gracias a eso no tuve colegio y pude dormir toda la mañana a pierna suelta, como acostumbraba a decir mi mamá. En cambio, parecía que a él no le gustaba nada aquella fiesta, incluso le producía rabia.

Mientras veíamos las noticias, no paraba de decir lo irónico que era celebrar un día en el que tener un trabajo era algo parecido a un privilegio. Según él había más gente sin trabajar que trabajando por lo que celebrar aquel día era un poco de risa. Por supuesto yo no entendía nada, básicamente porque no paraba de barullar cosas incomprensibles para mí. Hablaba tan alto que mi mamá lo mandó que se fuese para el salón porque le estaba poniendo la cabeza como un bombo.

-Claro como tú eres la única que trabaja en esta santa casa, pues a ti que te va importar lo que le pase a los demás -le contestó papá cada vez más enfadado.

-Anda deja de decir tonterías, a mí también me afecta, esto es un problema de todos -dijo mamá ligeramente molesta por su comentario.

-Tienes razón, perdóname. Es que estas cosas me sacan de mis casillas -le dijo.

Supongo que cuando se refería a sus casillas, no estaba hablando del portero del Real Madrid, sino que era más bien una de esas expresiones que tanto les gustaba utilizar a los mayores. Así que no pregunté nada y me fui con él para el salón. Sentía curiosidad por saber de qué hablaba, y fue por eso que me senté a su lado, para poder escucharle mejor. Entonces, dijo algo que me dejó sorprendida.

-Esto es insostenible, somos más de seis millones de parados en este país.

Durante unos minutos me quedé mirándole, sin saber muy bien a qué se refería. No conseguía imaginarme a tanta gente junta y quieta, con lo aburrido que tendría que ser eso. Tampoco podía evitar el preguntarme porqué estarían parados, y dónde. ¿En una estación de autobús quizás? ¿O estarían esperando para ver algo? ¿Y porqué mi papá estaba con ellos? Decidí preguntarle para salir de dudas y su respuesta fue una enorme carcajada. Tanto se reía que casi se atraganta, lo cual me molestó muchísimo. Encima de que me preocupaba por entenderle y le acompañaba, a él le hacían gracia mis preguntas ¡Qué antipático!

-¡Ay cariño! Eres fantástica -me dijo entre risas.

-Pues a mí no me lo parece, me estoy sintiendo como si fuese tonta -respondí algo enfadada.

-No María, tú no eres nada de eso. Lo que pasa es que cuando digo seis millones de parados, me refiero a personas que están sin trabajo ¿entiendes ahora? -me contó.

-¡Ah vale! O sea, que la gente que no tiene trabajo se llama parada. Entonces tú eres un parado ¿verdad papá? -le pregunté.

-Pues sí nena, por desgracia soy uno de ellos. Por eso me molesta que se celebre este día cuando la mayor parte de la gente no tiene trabajo y pasa por dificultades. Me preocupa que las cosas, en vez de mejorar, empeoren día a día -me explicó con tristeza.

-Te entiendo, pero porqué todas esas personas no se mueven. A lo mejor si toda la gente se une y dejan de estar parados las cosas cambian ¿no crees papi? -le dije.

-Puede que tengas razón y sea hora de que todos nos movamos, la cuestión es hacía dónde vamos -me indicó.

-Hacia delante papá, siempre hay que caminar hacia delante -concluí muy seria.

Entonces se quedó mirándome, como pensando en lo que le había dicho, y pasados unos minutos, me señaló que eso era lo que haríamos. No íbamos a seguir esperando a que las cosas cambiasen, nosotros las cambiaríamos. Dejaremos de lamentarnos y nos levantaremos para avanzar todos juntos, y poder así, construir  un sitio mejor donde vivir. También me comentó que con mis palabras, le había recordado una frase de Martin Luther King. Según me contó, este fue un gran hombre que luchó por los derechos civiles y por la igualdad.

-¿Y qué fue lo que dijo papi? -pregunté curiosa.

-Si no puedes volar, entonces corre. Si no puedes correr, entonces camina. Si no puedes caminar, entonces arrástrate. Pero sea lo que hagas, sigue moviéndote hacia delante -me recitó mi papá.

Era la primera vez que oía hablar de aquel hombre, pero sus palabras me encantaron y por eso las escribí en mi diario para recordarlas siempre. Fue así, llevados por el espíritu de Martin Luther King, como salimos a la calle y nos unimos a las manifestaciones que había en el centro de la ciudad. Al final fue un día estupendo, y estoy segura, de que las cosas empezarán a mejorar…porque como dice papá a peor ya no pueden ir.