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jueves, 28 de febrero de 2013

El amor es más complicado de lo que parece

Normalmente mi hermano Pedro vive en su mundo particular. Baja de vez en cuando al nuestro para comer y poco más. Mamá dice que son cosas de las hormonas, que a cierta edad, parece ser que se revolucionan y provocan estos comportamientos tan extraños. Aunque no entiendo muy bien eso de las hormonas, estoy un poco preocupada porque tengo miedo que a mí también me pase. Quizás por eso me fijo más que nunca en mi hermano. Principalmente para poder ir reconociendo los síntomas y así estar prevenida para cuando me suceda a mí.

Pero esta semana estuvo más raro de lo habitual. Incluso alguna vez le oí llorar en su habitación mientras escuchaba alguna de esas canciones raras que tanto le gustan. Me moría de curiosidad por saber qué le pasaba, así que esta tarde me decidí a preguntarle. Aunque sabía que corría el riesgo de que me mandase a freír churros. Pero ya nada podría detenerme, fue así como me armé de valor y entré en su cuarto sin llamar.

-¿Qué haces aquí? ¿Acaso no te enseñaron a llamar a la puerta? Lárgate -me indicó de malas maneras.

-Perdóname por entrar así. Pero estoy preocupada por ti y quería que supieras que si puedo ayudarte en algo, puedes contar conmigo -le contesté con una sonrisa.

Pensaba que me volvería a decir que me fuese. Pero cual fue mi sorpresa, al ver que tras escuchar mis palabras, se ponía a llorar como un niño pequeño. Entonces me acerqué hasta su cama y me senté a su lado. No dije nada…solo le abracé. Mamá siempre dice que los abrazos tienen poderes curativos, y es cierto, ya que después de unos minutos abrazados, se fue recuperando y poco a poco dejó de llorar.

-Gracias María, eres un ángel y perdóname por haberte hablado así -me dijo todavía entre lágrimas

-No te preocupes, no pasa nada. Pero me gustaría que me contases qué te ocurre, a lo mejor puedo ayudarte -le dije.

-Te lo agradezco hermanita, pero eres un poco pequeña para entender ciertas cosas -me explicó.

-Bueno no te creas, soy más mayor de lo que parece. Anda confía en mí -le contesté.

Entonces comenzó a contarme que todo era por una chica. Al parecer llevaba meses saliendo con ella y estaban enamorados. Pero desde hacía unas semanas ella se mostraba rara y arisca con él. Finalmente anteayer la chica lo llamó para decirle que ya no sentía lo mismo y no quería ser mas su novia. Por eso estaba así de mal y no podía dejar de pensar en ella. Después de oír la historia, yo no sabía muy bien que decir. Pero me daba mucha pena ver a Pedro tan triste.

-¿Has intentado hablar con ella? No sé, a lo mejor deberías preguntarle qué ha cambiado -dije de pronto.

-No hemos vuelto a hablar desde que lo dejamos. Me siento tan mal que no tengo ganas de nada. Además tampoco sé muy bien qué decirle, si no me quiere ¿qué puedo hacer yo? -me contó.

-Mira Pedro, yo no entiendo mucho de estas cosas. Pero te diré algo, no creo que esa chica ya no te quiera, a lo mejor esperaba algo más de ti que tú no le has dado y por eso decidió dejarlo. Si yo fuese tú intentaría reconquistarla y hablar con ella, pero no me rendiría tan fácilmente. Mamá siempre dice que uno debe luchar por lo que cree y por lo que ama. Porque tú la sigues queriendo ¿verdad? -le pregunté.

-Claro que sí, con todo mi corazón -me respondió entre sollozos.

-Pues no te rindas, y si al final no puede ser, al menos lo habrás intentado -le dije.

-Eso haré, gracias peque. Me siento muy orgulloso de tenerte como hermana, eres la mejor y te quiero mucho María -me dijo mientras volvía a abrazarme.

Me sentía muy feliz en aquel momento abrazada a mi hermano. Sobre todo porque había confiado en mí y nos apoyábamos el uno en el otro. No sé si esa chica y él volverán juntos, pero lo que si sé es que el amor parece ser algo más complicado de lo que yo me imaginaba. Solo espero que cuando sea mayor no tenga esos problemas y el día que me enamore sea para siempre. Mientras meditaba esto vino a mi cabeza la imagen de Lucas, eso era algo que me intrigaba mucho y me ponía nerviosa. En fin, lo importante ahora era que Pedro se sintiese mucho mejor y que no se rendiría así como así.

jueves, 21 de febrero de 2013

Mi barrio se moviliza contra los desahucios

Normalmente me cuesta entender a los mayores y esa forma tan extraña que tienen de complicarlo todo. Sin embargo, en este día, tengo que reconocer que los entendí más que nunca. Por primera vez comprendí sus enfados y su rabia. Esto ocurrió porque hoy, sentí esa misma frustración que ellos sienten tantas veces.

Todo comenzó este mediodía. Acababa de llegar del colegio y me fui hacia la cocina para comer. Observé que mis padres estaban cabizbajos y preocupados. Hablaban entre ellos intentado disimular para que no me diese cuenta. No sé cuando van a aprender que sus esfuerzos por ocultarme las cosas no sirven de nada, ya que siempre termino enterándome de todo.

-¿Se puede saber qué pasa? ¿Por qué estáis tristes? -les pregunté.

-No es nada nena, cosas de mayores. Vamos siéntate a comer que se hace tarde -me contestó mamá muy seria.

-Ya estamos con lo de “cosas de mayores”, siempre que no queréis contarme algo me soltáis eso. Si al final me lo acabáis diciendo igual ¡Venga vaaa! ¡Contármelo, por favor! -les dije en un tono muy insistente.

-Tiene razón María. Es mejor que se lo contemos nosotros, al fin y al cabo acabará enterándose -le dijo papá a mamá.

Sabía perfectamente que mi mamá lo hacía por mi bien. Quería protegerme de las cosas malas que pasaban a mí alrededor. En cambio, yo prefería saberlas para poder estar preparada cuando fuese mayor. Además si les afectaba a ellos, también me afectaba a mí.

Entonces papá comenzó a explicarme que en el edificio de al lado nuestro, vivía una familia que lo estaba pasando muy mal. Era una pareja con dos niños pequeños, y al parecer, hacía más de un año que no trabajaban. Todos en el barrio les ayudaban como buenamente podían. Colaborando para comprarles alimentos básicos y cosas necesarias para los niños como: pañales, leche, etc. Pero su situación fue empeorando en los últimos meses y ahora habían dejado de pagar su hipoteca.

-¿Hipoteca? ¿Y eso qué es? -pregunté curiosa.

-Es un dinero que te presta el banco para poder pagar tu casa. Hay que devolvérselo mes a mes pagando una cantidad hasta que se lo devuelves todo. Pero ellos ya no pueden, entonces el banco se queda con su casa y los pone en la calle -me explicó mamá con pena.

-Pero eso no es lo peor. Los muy sinvergüenzas del banco, no solo se conforman con quitarles su casa. Además tendrán que seguir pagándola como si siguieran viviendo en ella -dijo papá enfadado.

-¿Cómo dices? Pero eso no puede ser, no es justo. Si les quitan la casa, lo lógico es que su deuda desaparezca ¿no? -interrogué sin comprender nada.

-Claro María, pero por desgracia las cosas no funcionan así. Este es un mundo injusto, donde ser pobre se castiga muy duramente -dijo papá cada vez más enfadado.

-Pero algo habrá que podamos hacer. No podemos consentir que pasen esas cosas. Ellos no tienen la culpa de no tener dinero -hablé preocupada.

Fue entonces, cuando mamá me contó que los vecinos habían creado una plataforma que se llamaba “STOP DESAHUCIOS” Esto significaba que estábamos en contra del desalojo de las familias que no podían pagar sus viviendas. El barrio entero se había movilizado para ayudarles y esta misma tarde, protestarían contra la situación tan injusta que vivían. Por supuesto, mis padres también irían para apoyarles en estos duros momentos. Aunque por sus caras, me di cuenta de que la cosa no era fácil.

-Yo también quiero ir -dije muy decidida.

-Tú tienes que ir al colegio, además estas son cosas de mayores -me dijo papá.

-Te equivocas papá, estas no son cosas de mayores ni de pequeños. Son cosas de todos y nos afectan a todos. Es por eso que yo también iré, al terminar las clases. No puedo quedarme tan tranquila en mi casa calentita, pensando que otros niños pueden terminar durmiendo en la calle -le expliqué muy seria.

Sentí como mis padres me miraban con satisfacción, no sé, pero fue algo extraño. Era una mirada parecida a la que ponían cuando sacaba un notable en el colegio. No obstante ahora eso era lo de menos, lo que me preocupaba era si conseguiríamos detener el desahucio de esa familia. Aunque ver a mi barrio movilizado para apoyarles, ver como luchaban y no se rendían, era fantástico. Pero lo que más me gustaba era la actitud de mis padres ante los problemas de los demás. Me sentía orgullosa de ellos, porque eran buenos y solidarios. A pesar de ser una niña siempre me contaban las cosas tal y como eran. Es por eso que aquel día, comprendí un poco más su mundo y lo difícil que era ser mayor.

jueves, 14 de febrero de 2013

¡Feliz día de San Valentín!

Esta mañana cuando entré en la cocina me llevé una sorpresa. Me encontré a papá atareado preparando el desayuno. Normalmente era mamá la que lo hacía, por eso que verle a él allí, era algo insólito. Estaba tan animado que hasta canturreaba una melodía que no logré distinguir. Encima de la mesa tenía una bandeja donde había colocado: zumo de naranja, tostadas, mantequilla y mermelada. En el centro de la fuente había un pequeño jarrón de cristal con una preciosa rosa roja dentro. Entonces pensé que quizás algo había pasado entre mis padres, no sé. A lo mejor habían discutido, seguro que hizo algo que no debía, y ahora pretendería arreglarlo.

-¿Qué haces papi? ¿No me digas que mamá se enfadó contigo y estás intentando que te perdone? A eso se le llama hacer la pelota, ¿sabes? -le dije.

-No cariño, no es nada de eso -me dijo entre carcajadas-. No seas mal pensada nena, es que hoy es San Valentín, el día de los enamorados, y quiero sorprender a tu madre llevándole el desayuno a la cama.

-¡Oh, no me digas! ¡Qué detalle más bonito! Seguro que le encanta -le dije con una sonrisa.

Entonces agarró la bandeja que había preparado con tanto amor y se dirigió hacia su habitación. Nada más entrar, pude escuchar a mamá agradeciéndole muy contenta aquella agradable sorpresa. También les escuché felicitándose y diciéndose lo mucho que se querían. Me gustaba mucho ver a mis padres así de enamorados. La verdad es que siempre les había visto así. Ellos acostumbraban a demostrar lo mucho que se querían todos los días, no hacía falta que fuese especial para darse cuenta de cuánto se amaban.

-Vamos pequeñaja, espabílate que se hace tarde para ir al colegio -me habló de pronto mi hermano Pedro, sacándome así de mis pensamientos.

-¡Hala, qué tarde es! -dije corriendo hacia mi habitación para vestirme.

Rápidamente terminé de arreglarme para volver a la cocina a desayunar. Mientras papá me metía prisa porque con tantas historias era tardísimo. Estaba terminando de beber la leche cuando sonó el timbre. Era Clara que venía a buscarme acompañada de su tía. Mi papá y ella hablaron unos minutos, y finalmente, decidieron que me iría con ellas. Así papá podría quedarse en casa a disfrutar del día con mamá.

Nada más llegar al portal, y casi sin saludarnos, le conté a Clara el bonito detalle que tuvo mi padre con mi madre. Comenzamos a hablar, emocionadas, pensando en el día en que nosotras fuésemos mayores. La verdad es que a mi no me preocupaba mucho ese tema, pero a mi amiga le encantaba imaginar cómo sería ser mayor y tener novio. Casi sin darnos cuenta, llegamos al colegio. Nos despedimos de su tía y corriendo cruzamos el patio para dirigirnos a nuestra clase. Una vez dentro, nos aproximamos a un grupo de niños que charlaban animadamente. Entre ellos estaba Lucas, que nada más verme, me saludó y me pidió que le acompañase un momento que quería darme algo.

Entonces nos fuimos hacia una esquina de la clase. Una vez allí me entregó una postal de color rosa que tenía un precioso osito dibujado en la portada. Estaba sonriendo y llevaba entre sus manos un pequeño corazón de color rojo, y en el centro de este, ponía en inglés la palabra “LOVE” Durante unos segundos me quedé mirándola sin saber muy bien que decir. Comencé a pensar que aquella era una de esas postales de San Valentín ¡Ay dios mío! Con manos temblorosas, la abrí lentamente. Por dentro había dibujados muchos corazoncitos y en medio de ellos decía: “Para la chica más guapa de todas” “Feliz día”

-Estaba en la librería comprando unos bolis y la vi. No sé porqué, pero pensé en ti al verla y creí que te gustaría -me explicó ruborizado.

-Gracias Lucas, es muy bonita -contesté ligeramente nerviosa.

-Si te parece bien, podíamos quedar por la tarde en el parque e ir a patinar ¿te gustaría? -me preguntó.

-¡Si qué bien! ¿Yo también puedo ir? -dijo Clara apareciendo de repente.

-Pues claro que si -le contestó Lucas a regañadientes.

-¡Genial! Pues quedamos a las cinco en el parque -volvió a decir mi amiga, mientras me agarraba del brazo para que volviésemos a nuestro pupitre-. Te voy a decir una cosita, no pienso dejarte sola con ese, le veo un poco lanzadillo -me dijo al oído.

El resto de la mañana pasó sin darme cuenta. Me sentía un poco extraña por lo que había pasado, pero no quise pensarlo más. Cuando terminaron las clases salimos corriendo hacia el patio. Allí nos despedimos de Lucas hasta la tarde. Mientras Clara y yo quedábamos en que vendría a recogerme al terminar de comer. Ya solo deseaba que las horas pasaran lo más rápido posible ¿Pero porqué tenía tantas ganas de ir al parque? ¿Y porqué sentía aquella extraña sensación en el estómago? ¿Tal vez era hambre? Decidí no hacerme más preguntas y limitarme a disfrutar del día.

Finalmente fue una tarde estupenda y los tres lo pasamos muy bien. Patinando y comiendo chuches que Lucas nos había traído. En ningún momento Clara nos dejó solos, no sé muy bien qué le pasaba, pero su comportamiento era un poco extraño. A pesar de eso, nos divertimos mucho juntos y fue la primera vez que el día de San Valentín era distinto. Aunque había algo que seguía intrigándome, y era aquel cosquilleo que tenía en el estómago, el cual empeoraba cada vez que Lucas se me acercaba.

jueves, 7 de febrero de 2013

Los estudiantes nos ponemos en huelga

Esta semana fue un poco loca. Parecía que nadie estaba contento. Todos se quejaban y protestaban. Mi papá se pasaba el día enfadado contra el gobierno, algo que comenzaba a ser bastante habitual. Encima la malvada Señora Crisis le traía por la Calle de la Amargura, como acostumbraba a decir. Al escuchar aquel nombre tan curioso, empecé a preguntarme dónde estaría exactamente aquella calle, y si quedaría muy lejos de nuestra casa. Así que me puse a buscarla en un callejero, de esos que traen las páginas amarillas del teléfono…pero nada, no la encontré. Entonces pensé que tal vez estaría en otra ciudad, porque la verdad es que a mi no me sonaba nada. Pero tampoco quise preguntar, ya que era consciente de que había cosas más importantes por las que preocuparse que por saber donde estaría la dichosa Calle de la Amargura.

Amargura era la que empezábamos a vivir en mi colegio. Esa sí que era preocupante, ya que en mi escuela las cosas empeoraban cada día un poco más. Apenas teníamos calefacción, lo que nos obligaba a acudir a clases súper abrigados. Por eso, mi mamá se empeñaba en ponerme tanta ropa que a veces no tenía muy claro si me iba al Polo Norte o al colegio a estudiar. Aunque este no era el único problema que había, también nos faltaba material necesario para ciertas asignaturas, sobre todo deportivo, el cual nos impedía realizar las clases de gimnasia con normalidad.

Sin embargo, nuestros profesores intentaban arreglarse con los pocos recursos con los que contaban. Se esforzaban por darnos la mejor educación y muchos de ellos traían cosas de sus casas para intentar que las clases fuesen más amenas. Ayudados por la asociación de padres y madres, habían hecho un fondo común para poder comprar: tizas, borradores, cartulinas, etc. Pero la situación no era fácil y se notaba que cada día, estaban más desanimados.

A parte de todo esto, en el patio los alumnos de secundaria estaban cada vez más enfadados. No dejaban de refunfuñar y se quejaban de que ahora sería mucho más difícil seguir estudiando. Al parecer habían hecho una reforma que nos obligaba a estudiar más y sacar mejores notas si queríamos ir a la universidad.

Fue por este motivo que esta mañana los mayores se negaron a estudiar. Fueron por las clases y pidieron a los profesores permiso para convocar una reunión estudiantil y estos aceptaron. Entonces nos levantamos de nuestros pupitres y en fila nos dirigimos hacia el salón de actos del colegio. Una vez allí fuimos ocupando las butacas hasta que estuvimos todos sentados.

Aunque nosotros no entendíamos muy bien lo que estaba pasando, el simple hecho de no tener que ir a clases siempre era un motivo de alegría. Incluso alguno de mis compañeros pensaba que estábamos allí porque había una función de teatro ¿Pero cómo podían pensar semejantes tonterías? En ese momento entendí muchas cosas y no me extraña que el país vaya como va ¡Ay dios mío! Ya empiezo hablar como mi padre. Mientras yo seguía absorta en mis pensamientos, uno de los alumnos de la ESO salió al escenario. Cogió el micrófono y tras un leve carraspeo, empezó hablar muy serio.

-Compañeros y compañeras, todos sabéis los problemas que llevamos sufriendo en nuestro colegio desde el año pasado. Los recortes en educación nos están costando muy caros y nos impiden que podamos estudiar con normalidad. Así que hemos decidido convocar una huelga estudiantil. Ya que los mayores no hacen nada, lo haremos nosotros. No vamos a permitir que nos recorten nuestros derechos y tampoco dejaremos que jueguen con nuestro futuro. Así que a partir de esta tarde no asistiremos a clase, saldremos a la calle a protestar hasta que nos escuchen y nos garanticen una educación gratuita y digna.

Terminado su discurso, todos empezamos a gritar y a aplaudir en señal de apoyo a lo que acababa de decir. No era justo lo que estaba pasando y nosotros no teníamos la culpa. Tan solo éramos niños que lo único que queríamos era que nos dejasen estudiar, jugar y crecer felices. Con esta euforia salimos del salón de actos dispuestos a cambiar el mundo. Nosotros, al menos, intentaríamos mejorar el nuestro.

Así que nada más llegar a casa, se lo conté a mis padres, los cuales nos dieron a mi hermano Pedro y a mi todo su apoyo. Papá nos dijo que iría con nosotros adonde hiciese falta, y por supuesto, nos ayudaría a hacer las pancartas con las que saldríamos a protestar. Fue así como padres, profesores y alumnos salimos a la calle con nuestros carteles, decididos a que nos escuchasen aquellos que estaban jugando con nuestra educación.

Fue una tarde emocionante. Mi amiga Clara y yo fuimos juntas, acompañadas por mi papá y su tía. Estábamos tan emocionadas que nos sentíamos como chicas mayores. Aunque no tengo muy claro si esto servirá de algo o no, lo importante es que no nos conformaremos. Estoy segura que si luchamos juntos conseguiremos vencer todas las cosas injustas que quieren imponernos.