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jueves, 23 de mayo de 2013

Las gramíneas me atacan

Llevamos unas semanas en las que el tiempo parece que está loco. No se sabe si es otoño o primavera, es como si estas dos estaciones se hubiesen mezclado. Cada día es diferente, uno hace sol y calor y al otro frío y llueve. Con este panorama es imposible saber qué te vas a poner de ropa cuando te levantas.

En mi casa, a estas alturas del año mi mamá nos manda quitar la ropa de invierno y subirla al desván, pero después de ver como está el tiempo, decidió que era mejor esperar hasta que este se aclarase. Es por eso que en mi armario se entremezclan, sandalias con botas, camisetas de manga corta con jerséis de lana y chaquetas de punto con anoraks.

Pero mi papá ha descubierto un método infalible para saber cómo vas a salir vestido a la calle. Todos los días se levanta antes que nadie y sale al balcón para comprobar la temperatura, y así, decide que ropa nos ponemos. Aunque a veces su sistema falla, porque a primera hora de la mañana hace más frio que al mediodía y eso provoca que muchas veces llegue a casa sudando del colegio. Creo que por eso, esta mañana cuando me levanté, me encontré con que tenía la nariz como un pimiento rojo, me lloraban los ojos sin parar y me dolía un poquito la cabeza.

-¡Ay nena que mala cara tienes! -exclamó mi mamá al verme entrar en la cocina.

-¡Vaya, muchas gracias! La verdad es que me encuentro fatal y no puedo dejar de estornudar -le dije entre achís y achís.

-Mejor no te me acerques pequeñaja, que no tengo ganas de que me contagies nada -me habló mi hermano Pedro apartándose de mi lado.

-Jolines yo no tengo la culpa de estar enferma -contesté con voz lastimosa.

-Será mejor que hoy no vaya al colegio y la lleves al médico -le indicó mi mamá a mi papá.

-Tienes razón, eso haré. Desayuna algo María y vístete que nos vamos al Centro de Salud -me dijo papá.

Como no tenía muchas ganas de comer, me tomé solo el vaso de leche y una galleta, a pesar de que mamá insistía e insistía en que debía tomarme algo más. ¡Ay que pesadita se ponía! Pero mi papá la convenció, menos mal, para que me dejase, diciéndole que sería peor que lo vomitase todo. Ante aquella lógica aplastante, mi mamá decidió que por esta vez lo dejaría estar. Fue así como me fui a mi habitación para vestirme y diez minutos después salimos hacia el Centro de Salud.

No tardamos ni media hora en llegar, ya que este se encontraba bastante cerca de nuestra casa. Sentía curiosidad por saber porqué le llamaban Centro de Salud, y mi papá me explicó que era porque allí estaban todos los médicos. Los que atendían a los niños, los que miraban los huesos que tenían un nombre un poco raro, traumanoseque. Aunque  los que más llamaron mi atención fueron los de la cabeza, ya que no sabía que también había doctores para eso. Aunque pensándolo bien, tampoco era tan raro, porque a más de uno buena falta le hacia que se la mirasen, sobre todo a esos políticos que se dedicaban a fastidiar a los demás con leyes sin sentido.

Tuvimos que subir hasta la tercera planta que era donde estaba la consulta del pediatra, que era así como se llaman los médicos que se dedican a curar a niños. Al lado de la consulta había una salita con sillas que era la sala de espera. Papá me pidió que me sentase un momento mientras él iba a hablar con la enfermera. Entonces me senté al lado de una señora que llevaba un niño pequeño en brazos. Era morenito, con unos enormes ojos azules y sonreía sin parar.

-Hola me llamo María, es muy guapo tu hijo ¿También está malito? ¿Qué le ocurre?-investigué curiosa.

-Hola guapa, yo me llamo Luisa y él se llama Nacho -me dijo con una sonrisa-. Pues sí esta algo enfermito, tiene problemas para respirar y por eso estamos aquí.

-¡Oh vaya! ¡Pobrecito! Pero ¿no será nada grave? -interrogué preocupada.

-No, no, tranquila. La doctora le receta unos medicamentos muy buenos y enseguida se pone bien -me explicó.

-¿Qué haces María? No molestes nena, venga estate atenta que un rato nos toca -dijo papá entrando en la sala de espera.

-No la riña por favor, es una niña muy amable y no me ha molestado nada -le contestó la señora.

-¿Ves? Tú siempre piensas que molesto, pues te equivocas papi, a la gente le caigo bien -concluí muy seria, mientras Nacho sonreía sin parar y hacía ruidos extraños como dándome la razón.

En ese momento una enfermera salió de la consulta y dijo mi nombre en voz alta. Entonces papá me agarró de la mano metiéndome prisa para que entrásemos. Nos despedimos rápidamente de Luisa y su hijo y entramos. Una vez dentro pude observar que en vez de un doctor, había una doctora. Era una chica joven muy guapa que nos recibió con una sonrisa. Mientras le preguntaba a mi papá qué era lo que me pasaba, la enfermera me acompañó hasta una camilla y me pidió que me desvistiese de cintura para arriba.

-¿Esta segura que quiere que haga eso? Porque si me desnudo me voy a enfriar y ya estoy bastante malita y no quiero ponerme peor -le contesté a la enfermera.

-Pero María, por favor,  haz lo que te dicen que ellas saben lo que hacen -me riñó papá.

-No te preocupes pequeña que aquí no hace frío, además necesito examinarte y con la ropa puesta no puedo hacerlo -me explicó la doctora con una amable sonrisa, acercándose hacia mi.

-Seguro que fuiste una buena estudiante porque eres un poco joven para ser médico ¿no crees? Los doctores que conozco siempre son mayores y tú no lo eres -dije muy seria.

-María por favor, deja de hacer preguntas que la doctora tiene que trabajar -volvió a regañarme mi papá ligeramente nervioso.

-No se preocupe, tranquilo, es bueno que pregunte, significa que es una niña lista -le contestó a mi papá-. Y has acertado, fui muy buena estudiante y de las primeras de mi clase, por eso pude terminar  mi carrera muy pronto. Así que ya sabes lo que tienes que hacer, estudiar mucho -me contó sonriendo.

-Eso haré, aunque aún no tengo muy claro que seré de mayor. Pero estoy segura que estudiaré algo importante -le respondí muy decidida.

En ese momento me pidió que abriese bien la boca para mirar la garganta. También me examinó los oídos y me dijo que respirase muy fuerte, porque según me explicó quería escuchar mis pulmones. Una vez terminó, le contó a mi papá que no era nada serio, que parecía ser una ligera alergia, probablemente a las gramíneas, pero con unas pastillas que me iba a dar pronto estaría mejor.

-¿A las qué? No, no creo, porque yo a esas no las conozco de nada. Tengo alergia a muchas cosas, a la Señora Crisis, a las injusticias, a las leyes esas que fastidian y enfadan a la gente…pero contra las gramíneas, se lo juro doctora que no tengo nada -le expliqué.

En ese momento las carcajadas inundaron la consulta. Todos se reían sin parar mientras yo me preguntaba ¿Qué he dicho? Entonces la médico me explicó que las gramíneas eras unas plantas que en primavera soltaban polen que flotaba en el aire. Mucha gente al respirarlo le hacia daño y le provocaba irritación en la nariz, ojos rojos y picor de garganta, todo esto acompañado por continuos estornudos. Justo lo que me pasaba a mí.

Después de escuchar su explicación, me sentí un poco avergonzada por pensar que las gramíneas eran algo relacionado con la Señora Crisis. Aunque, no tuviesen nada que ver y no eran tan malas. La verdad es que tampoco me cayeron muy bien, por muy plantas que fueran, más que nada porque me lo están haciendo pasar fatal. Pero me gustó conocer a la doctora, la cual me aseguró que en unos días estaría otra vez estupendamente.

jueves, 9 de mayo de 2013

No me gusta ni la LOMCE ni el Señor Wert

Hoy hemos vuelto a salir a la calle a protestar. La verdad es que llevamos unas semanitas que no paramos, y cada vez, entiendo más a mi papá cuando se enfurece. Esta vez somos los estudiantes los que volvemos a levantarnos contra las cosas injustas que nos quieren imponer. Pero por primera vez hicimos una huelga conjunta, padres, profesores y alumnos unidos contra un tal Señor Wert, que al parecer es el que manda y decide cómo debe ser nuestra educación.

Como a mí estas cosas cada vez me cuesta más entenderlas, decidí, ayer por la tarde,  preguntar en clase a nuestra profesora, la señorita Paula, quién era ese señor que tanto poder parecía tener sobre nosotros. A ella le gustó mi pregunta porque me dijo que era necesario que nosotros entendiésemos lo que estaba pasando, ya que éramos los primeros afectados por la nueva ley.

-¿A qué ley se refiere? -interrogó mi amiga Clara.

-A la LOMCE que es la ley orgánica para mejorar la calidad educativa -le respondió nuestra maestra.

-Ah bueno, entonces no hay problema. Si es para mejorarla no es nada malo -dije aliviada porque pensaba que nos iban a querer fastidiar otra vez.

-Te equivocas María, no solo es malo, es peor. Porque con esta nueva ley retrocedemos a los años cincuenta y se pierden muchos de los avances que se han conseguido hasta ahora -me explicó la señorita Paula.

-Pero eso no tiene ningún sentido, mejorar es convertir algo malo en algo bueno y no al contrario -hablé sintiéndome muy confundida.

-Debería ser así, pero en este caso no lo es -nos dijo la profesora.

Fue entonces cuando nos explicó en qué consistía esa ley que intentaba aprobar el Señor Wert. La LOMCE pretende que los estudiantes tengan que hacer más exámenes al final de cada ciclo, tanto en primaria como en la ESO. Además de dificultar el acceso a la universidad poniendo unas tasas y matriculas muy caras que la mayoría de padres de familias con pocos recursos no podrán pagar. Facilita la expulsión de los alumnos con dificultades para que no puedan llegar a estudios superiores. También quieren imponer asignaturas que no eran obligatorias, como la religión, para que cuenten en las notas finales. Esto todo terminará con los estudiantes de las clases más bajas y las carreras universitarias solo podrán hacerlas los hijos de gente rica. Una ley, en definitiva que destruye vuestro derecho a la enseñanza pública, gratuita, de calidad, laica y democrática.

-¿Y quien es ese señor para decidir cómo debemos estudiar? -pregunté enfadada.

-Ese señor es el ministro de educación, el que manda en todos los colegios, institutos y universidades públicas del país -me contestó la señorita Paula.

-Pues no me parece justo, nosotros solo queremos estudiar para tener un buen trabajo y un futuro mejor -habló Lucas muy serio.

-Tienes toda la razón, por eso nosotros los profesores y vuestros padres no queremos que esa ley se apruebe. Deseamos lo mejor para vosotros y que todos tengáis los mismos derechos y las mismas oportunidades. Por todo ello mañana iremos a la huelga -dijo la profesora.

Por eso esta tarde volvimos a salir a la calle, allí estábamos, otra vez. Apoyados por los mayores que se negaban a que nuestro futuro sufriera más recortes. Con nuestras pancartas y nuestra voz. Subida en los hombros de mi padre gritábamos por las calles de la ciudad:

¡NO A LA LOMCE!

¡BASTA DE ATAQUES CONTRA LA ESCUELA PÚBLICA!

¡LOS RECORTES PARA LOS BANQUEROS!

Lo que más rabia me daba de todo esto, es que aparte del Señor Wert, la gran culpable de todo era la Señora Crisis. Una vez más ella se empeñaba en fastidiarnos, no tenía suficiente con mortificar a nuestros padres, dejándoles sin trabajo, ahora también quería destruir el futuro de los niños.

Entonces recordé que mi papá siempre decía que uno debe luchar por lo que cree y no debe rendirse jamás, y eso es justo lo que haremos. Desde aquí le digo a ese Señor Wert, que tendrá mucho poder y se creerá muy importante, pero si piensa que porque somos niños nos vamos a callar y permitirle que juegue con nuestro futuro…es que no nos conoce nada.

jueves, 2 de mayo de 2013

1 de Mayo, Día de los Parados

Después de varias semanas viendo a mi papá, más o menos tranquilo, este mediodía volvió a enfadarse. El motivo fue porque hoy se celebró el Día del Trabajador. Aunque yo estaba encantada, porque gracias a eso no tuve colegio y pude dormir toda la mañana a pierna suelta, como acostumbraba a decir mi mamá. En cambio, parecía que a él no le gustaba nada aquella fiesta, incluso le producía rabia.

Mientras veíamos las noticias, no paraba de decir lo irónico que era celebrar un día en el que tener un trabajo era algo parecido a un privilegio. Según él había más gente sin trabajar que trabajando por lo que celebrar aquel día era un poco de risa. Por supuesto yo no entendía nada, básicamente porque no paraba de barullar cosas incomprensibles para mí. Hablaba tan alto que mi mamá lo mandó que se fuese para el salón porque le estaba poniendo la cabeza como un bombo.

-Claro como tú eres la única que trabaja en esta santa casa, pues a ti que te va importar lo que le pase a los demás -le contestó papá cada vez más enfadado.

-Anda deja de decir tonterías, a mí también me afecta, esto es un problema de todos -dijo mamá ligeramente molesta por su comentario.

-Tienes razón, perdóname. Es que estas cosas me sacan de mis casillas -le dijo.

Supongo que cuando se refería a sus casillas, no estaba hablando del portero del Real Madrid, sino que era más bien una de esas expresiones que tanto les gustaba utilizar a los mayores. Así que no pregunté nada y me fui con él para el salón. Sentía curiosidad por saber de qué hablaba, y fue por eso que me senté a su lado, para poder escucharle mejor. Entonces, dijo algo que me dejó sorprendida.

-Esto es insostenible, somos más de seis millones de parados en este país.

Durante unos minutos me quedé mirándole, sin saber muy bien a qué se refería. No conseguía imaginarme a tanta gente junta y quieta, con lo aburrido que tendría que ser eso. Tampoco podía evitar el preguntarme porqué estarían parados, y dónde. ¿En una estación de autobús quizás? ¿O estarían esperando para ver algo? ¿Y porqué mi papá estaba con ellos? Decidí preguntarle para salir de dudas y su respuesta fue una enorme carcajada. Tanto se reía que casi se atraganta, lo cual me molestó muchísimo. Encima de que me preocupaba por entenderle y le acompañaba, a él le hacían gracia mis preguntas ¡Qué antipático!

-¡Ay cariño! Eres fantástica -me dijo entre risas.

-Pues a mí no me lo parece, me estoy sintiendo como si fuese tonta -respondí algo enfadada.

-No María, tú no eres nada de eso. Lo que pasa es que cuando digo seis millones de parados, me refiero a personas que están sin trabajo ¿entiendes ahora? -me contó.

-¡Ah vale! O sea, que la gente que no tiene trabajo se llama parada. Entonces tú eres un parado ¿verdad papá? -le pregunté.

-Pues sí nena, por desgracia soy uno de ellos. Por eso me molesta que se celebre este día cuando la mayor parte de la gente no tiene trabajo y pasa por dificultades. Me preocupa que las cosas, en vez de mejorar, empeoren día a día -me explicó con tristeza.

-Te entiendo, pero porqué todas esas personas no se mueven. A lo mejor si toda la gente se une y dejan de estar parados las cosas cambian ¿no crees papi? -le dije.

-Puede que tengas razón y sea hora de que todos nos movamos, la cuestión es hacía dónde vamos -me indicó.

-Hacia delante papá, siempre hay que caminar hacia delante -concluí muy seria.

Entonces se quedó mirándome, como pensando en lo que le había dicho, y pasados unos minutos, me señaló que eso era lo que haríamos. No íbamos a seguir esperando a que las cosas cambiasen, nosotros las cambiaríamos. Dejaremos de lamentarnos y nos levantaremos para avanzar todos juntos, y poder así, construir  un sitio mejor donde vivir. También me comentó que con mis palabras, le había recordado una frase de Martin Luther King. Según me contó, este fue un gran hombre que luchó por los derechos civiles y por la igualdad.

-¿Y qué fue lo que dijo papi? -pregunté curiosa.

-Si no puedes volar, entonces corre. Si no puedes correr, entonces camina. Si no puedes caminar, entonces arrástrate. Pero sea lo que hagas, sigue moviéndote hacia delante -me recitó mi papá.

Era la primera vez que oía hablar de aquel hombre, pero sus palabras me encantaron y por eso las escribí en mi diario para recordarlas siempre. Fue así, llevados por el espíritu de Martin Luther King, como salimos a la calle y nos unimos a las manifestaciones que había en el centro de la ciudad. Al final fue un día estupendo, y estoy segura, de que las cosas empezarán a mejorar…porque como dice papá a peor ya no pueden ir.