.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Una buenísima noticia para terminar el verano

Después de pasar un maravilloso mes de agosto en la granja de los abuelos, las vacaciones llegaron a su fin, y con ellas, el verano. El regreso a casa siempre era un poco triste porque me recordaba que pronto volverían los madrugones, el sonido estridente del despertador, el regreso a las clases…en fin, la vuelta a la rutina. Sin embargo, aún faltaban unos días para todo eso. Así que en vez de lamentarme, preferí seguir saboreando el tiempo que había pasado en el pueblo.

¡Fueron unas semanas estupendas! Nunca había prisas y todo era paz y tranquilidad. Reconozco que hice un poco la vagoneta, como solía decir mi papá. Pero no solo dediqué mi tiempo a dormir y a jugar, también ayudé a la abuela en las tareas de la casa, mientras mi hermano Pedro hacía lo mismo con el abuelo ayudándole con los animales de la granja. Después de comer nos íbamos a la piscina que el abuelo había construido para nosotros y nos pasábamos toda la tarde bañándonos, tirándonos de cabeza, en bomba, haciendo carreras o largos, como decía mi hermano…¡Era genial!

Aunque lo mejor de todo sucedía durante los fines de semana porque era cuando venían nuestros padres. A ellos les hubiese gustado estar todos los días con nosotros, pero mi madre no podía cerrar su negocio, una pequeña peluquería de barrio de la que dependía mi familia. Por lo que irse de vacaciones todo el mes era un lujo que no podían permitirse. Era por eso que solo venían esos dos días, así aprovechaban para descansar un poco y poder estar todos juntos.

Sin embargo lo mejor ocurrió en el último fin de semana. Esta vez no vinieron ellos solos sino que aparecieron acompañados de nuestros vecinos. Hugo, que era de la edad de mi hermano Pedro, sus padres e Iker, su perrito, un pequeño Yorkshire muy juguetón. Fue toda una sorpresa y nos alegramos mucho al verles. Era una familia con la que nos llevábamos muy bien y no solo porque fuésemos vecinos sino porque también éramos amigos. Hugo y su perrito casi pasaban más tiempo en mi casa que en la suya propia, y sus padres, se llevaban estupendamente con los míos. Además mi mamá y la suya eran amigas desde la infancia y se querían mucho.

Así que después de saludarnos efusivamente, con besos y abrazos, mi hermano Pedro se ofreció para enseñarle la granja a Hugo.

-¿Puedo ir mamá? -le preguntó Hugo a su madre.

-Pues claro que puedes, pero no os entretengáis mucho que cenamos en un rato -respondió mi abuela sin dar tiempo a que su mamá contestase, mientras les invitaba a pasar al interior de la casa.

-Gracias abuela. Será mejor que Iker se quede con María ¿te importa cuidarlo peque? -me preguntó mi hermano.

-Pues claro que no, me quedo con él encantada -le dije al tiempo que agarraba al perrito por su correa.

Iker movía su rabito sin parar, como si la idea de quedarse conmigo le gustase. Me agaché para acariciarlo y él me dio unos cuantos lametones en señal de agradecimiento. Fue en ese momento cuando vi a los chicos que salían corriendo hacia la parte de atrás de la granja que era donde se encontraban los animales. Entonces me levanté y agarré a Iker para entrar en la casa.

Desde la ventana del salón pude observar como corrían por el patio hablando sin parar, contentos de poder pasar el fin de semana juntos. Se encaminaron al establo y después de presentarle a las vacas, cerdos, ovejas, gallinas y conejos, Pedro llevó a Hugo a ver la piscina, y creo que fue lo que más le gustó de todo, porque nada más verla ya quería darse un baño. Entonces apareció el abuelo y les explicó que era mejor esperar al día siguiente porque ya estaba anocheciendo y no quería que se resfriara nadie. Comprendieron que él tenía razón, así que obedecieron a regañadientes  y regresaron a la casa para cenar.

Una hora más tarde la cena estaba preparada y todos nos sentamos para degustar los riquísimos platos que había preparado la abuela. Durante la cena nadie hablaba ya que todos estábamos muy ocupados saboreando la empanada de bacalao, el guiso de carne, las patatas asadas y el pan casero. Ya estábamos terminando cuando mi mamá nos dice que Silvia, que es como se llama la madre de Hugo, tiene una noticia muy importante que darnos. Nos quedamos en silencio mirándola y esperando impacientes a que nos lo contase.

-Bueno, como ya sabéis en mi tiempo libre escribo cuentos infantiles y tengo uno que se titula “Los misteriosos sueños de Hugo”, que lo he mandado a muchas editoriales. Pensaba que quizás a alguna le gustaría y querría publicármelo. Pues bien, unos meses más tarde una editorial me contestó. Me llamaron a casa, diciéndome que les gustaba mi cuento y que querían publicarlo. Ni que decir tiene que casi me desmayo al escucharlos. Así que, aproximadamente sobre Noviembre verá la luz mi primera historia.

-¡Felicidades! ¡Enhorabuena! Sabíamos que lo conseguirías -decían mis abuelos emocionados con la buenísima noticia.

-¡Jolines que suerte Hugo! ¡Eres el protagonista del cuento! ¡Te vas hacer famoso! -exclamé mientras Hugo se ruborizada entre las risas de los demás al verle así.

-Tienes razón María, él es el protagonista y el que inspiró este relato -me explicó su mamá.

-¡Es fantástico Silvia! Al final tanto trabajo tiene su recompensa -hablaba mi papá.

-¡Nos alegramos tanto por ti! Quiero que sepas que siempre creímos que algún día esto ocurriría, estábamos seguros que solo era cuestión de tiempo -dijo mi mamá con la voz entrecortada.

-Gracias, de verdad no sé qué deciros. Me siento tan feliz y al mismo tiempo me cuesta creer que esto me esté pasando. Por supuesto, estáis invitados cuando se haga la presentación del cuento -contestó la mamá de Hugo emocionada y agradecida por nuestras muestras de cariño.

-¡Qué bien! Claro que iremos ¿verdad mami? Además yo quiero un cuento dedicado ¿me lo firmarás Silvia? -le pregunté.

-Pues claro que sí mi niña, a ti a la primera de todas -me contestó con una enorme sonrisa.

-¿Sabes una cosa? Yo también escribo, tengo un diario donde cuento todas mis cosas. A lo mejor un día también le gusta a alguien y me lo publican ¿no crees? -le pregunté.

-Eso está muy bien, yo empecé así, escribiendo un diario. Además tú eres una niña muy lista y estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas María. Recuerda no rendirte jamás, al final los sueños se cumplen sí de verdad crees en ellos -me contó.

En ese momento recordé las veces que mi madre me contó lo maravilloso que sería que Silvia consiguiese algún día que una editorial creyese en ella y le publicase alguno de sus cuentos. Aquella era una afición que le venía desde muy pequeña. Solía inventarse historias que luego se las relataba a sus amigas…de brujas, de hadas, de princesas encantadas y de seres mágicos. Mi mamá decía que tenía una imaginación desbordante y que era capaz de inventarse un relato en tan solo unos minutos.

Pasaron los años y Silvia siguió escribiendo durante su juventud, siempre como un hobbie, una manera más de expresar lo que sentía. Aunque albergaba la esperanza de que, quizás, algún día, sus cuentos vieran la luz y muchos niños podrían leerlos. Un sueño que ahora se hacía realidad, gracias a su talento para contar historias y también gracias a que una editorial confío en ella. Por fin uno de sus cuentos llegaría a las librerías.

Finalmente me he dado cuenta de que Silvia tenía razón, los sueños pueden cumplirse y ella era la mejor prueba. Es por eso que he decidido que no voy a rendirme en mi empeño de derrotar a la Señora Crisis. Sé que podré con ella y que la venceré.