Después de varias semanas de
lluvias intensas, por fin, salía el sol. Supongo que era el anuncio de que la
primavera estaba a la vuelta de la esquina. Todos nos sentíamos más contentos
disfrutando de aquellos primeros rayos de nuestro astro rey, que nos daba calor
y cargaba de energía. Parecía que la lluvia se había rendido y con un poco de
suerte no volveríamos a verla en mucho tiempo. Pero como siempre, me
equivocaba.
Dos días después de que la
primavera hiciese su entrada oficial, de que los paragüas, chubasqueros y botas
fuesen arrinconados en el fondo del armario, aparecieron unas nubes grises e
inquietantes que volvían a invadir el cielo. Casi sin darnos cuenta, la lluvia
volvió hacer acto de presencia y encima venía acompañada de frío y viento.
Aquello parecía cualquier cosa, menos primavera.
Fue por este motivo que la
señorita Paula, nuestra profesora, nos explicó que estos cambios en las estaciones
no eran debidos a que el tiempo se había vuelto loco, como solían decir mis
abuelos. El problema es algo más preocupante, ya que estamos inmersos en un
fenómeno que se conoce como cambio climático.
-¿Alguno de vosotros sabría
decirme que es el cambio climático? -nos preguntó la maestra.
-El cambio de las estaciones:
otoño, invierno, primavera y verano -contestó uno desde el fondo de la clase.
-Bueno, es cierto que cada
estación tiene un clima distinto pero no es eso -respondió la señorita Paula con
una sonrisa.
-No sé si es cierto o no, pero mi
papá dice que es otro recorte del gobierno que ahora pretende recortarnos el
sol -dije yo, no muy convencida.
-Pues mira María, no sería algo
que me sorprendiese mucho. Aunque creo que esta vez no es un recorte -me dijo
la profe entre risas.
-Creo que tiene algo que ver con
el calentamiento global -habló, de pronto Lucas, muy serio.
-Muy bien, eso ya es más acertado
-dijo la profe muy contenta-. Como veo que estáis un poco perdidos en este
tema, dedicaremos esta semana a estudiarlo y a buscar soluciones de cómo mejorar
sus efectos adversos.
Entonces nos mandó ponernos en
grupos de tres, para que buscásemos información y preparásemos un trabajo para
presentar a finales de semana. Por supuesto Clara, mi mejor amiga, y yo, nos
pusimos juntas. La sorpresa llegó cuando el tercero de nuestro grupo resultó
ser Lucas. En ese momento sentí que mi corazón se aceleraba. Imaginarme las
tardes estudiando con él era algo que me encantaba. Lo malo era Clara. A ella
no le gustaba nada y siempre se mostraba reacia a que estuviésemos con él.
-Vaya por dios, nos ha tocado el
pesadito -dijo Clara con ironía.
-No sé porqué te cae tan mal, es
un buen estudiante y nos ayudará a hacer un buen trabajo. Seguro que quedaremos
de los primeros -le repliqué.
-Claro, claro, como a ti te gusta
y sabes que estará tontito contigo, por eso te parece fenomenal. Pues sabes que
te digo, que si os estorbo os dejo solitos en plan tortolitos -me contestó
molesta.
-Por favor Clara, no seas así. Es
cierto que me gusta pero podías intentar llevarte bien con él. Estoy segura de
que si le dieses una oportunidad verías que es un buen chico -le dije con ojos
suplicantes intentado convencerla.
-Está bien, lo haré por ti. Pero
que sepas que a la mínima tontería que me diga os dejó plantados -habló muy
seria.
Al final, la semana transcurrió
sin incidentes. Fueron estupendos los días con Lucas, lo pasamos muy bien y
creo que Clara y él empezaron a llevarse mejor. Hicimos un buen trabajo,
aprendimos muchas cosas que no sabíamos y hubo momentos en los que sentimos
pena por lo inhumanos que podíamos llegar a ser con nuestro planeta.
Descubrimos que el hombre, en vez
de proteger a la Tierra, la contamina. Somos los mayores culpables del
calentamiento global, porque expulsamos gases tóxicos a nuestra atmósfera
creando así el llamado “efecto invernadero”. Esto unido a la quema de bosques y
la destrucción de los árboles, que son el pulmón de nuestro planeta, provoca un
empeoramiento en nuestra calidad de vida. La subida de temperaturas daña a las
plantas, animales y a las personas. En algunos lugares la tierra se está
secando, los glaciares se derriten y hay más inundaciones. Nosotros tenemos en
nuestra mano detener esto, o al menos mitigarlo.
Fue así como en nuestro colegio
iniciamos una campaña de concienciación para que la gente tomase medidas para
ayudar a conservar nuestro planeta. Algunas de las soluciones serían la
utilización de energías alternativas que no contaminan, como la energía solar.
Reciclar materiales como el papel, que impediría la destrucción de más árboles,
también el vidrio y el plástico. Pequeños gestos que nos ayudarían a la
conservación de la tierra y tampoco cuestan tanto.
Por eso el sábado por la mañana,
quedamos toda la clase en uno de los descampados de la ciudad. La señorita
Paula pidió permiso para que pudiésemos plantar diez árboles en aquella zona.
Nos encargaríamos entre todos de cuidarlos y sería nuestra aportación para
cuidar el medio ambiente. Estábamos muy contentos con la idea, al fin y al cabo
éramos los herederos del planeta y en nuestras manos estaba su futuro.