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viernes, 2 de mayo de 2014

Al rescate de las autopistas

Hace muchos meses que en mi casa reina la paz y la armonía. La Señora Crisis apenas nos perturba, y la llevamos, como la mayoría de las familias, con resignación. Nos hemos acostumbrado a, como dice papá, “apretarnos el cinturón”. Intentamos gastar lo mínimo posible ya que las circunstancias no nos permiten otra cosa. Ahorrar, se ha convertido en nuestro objetivo primordial.

Con todo esto, nos sentimos felices y afortunados con lo que tenemos. Damos gracias por no estar en una situación delicada como, por desgracia, lo está la gran parte de la gente que conocemos. Amigos de mis padres que se han quedado sin trabajo, que apenas consiguen pagar su casa y a los que les cuesta mucho llegar a final de mes.

Por eso mis padres siempre intentan ayudar en todo lo que pueden, a pesar de nuestras escasas posibilidades. Aunque a veces, esto signifique tener que prescindir de algunas cosas, que al fin y al cabo, tampoco nos hacen tanta falta. Tan mentalizada estoy de todo esto que cuando vamos a comprar ya no pido nada que no necesite. Porque sé que mis padres hacen un enorme esfuerzo para que a mi hermano y a mí no nos falte de nada.

Quizás por eso, cuando este mediodía escuché unas sonoras carcajadas que provenían del salón, pensé “por fin, una buena noticia” Sin pensarlo, salí disparada de la cocina, donde estaba ayudando a mi mamá con la comida, para saber qué pasaba. Al llegar, vi a mi papá partiéndose de risa en el sofá mientras no dejaba de señalar al televisor. Fue algo curioso, porque estaba viendo las noticias, y normalmente, estas le ponían de muy mal humor y nunca le hacían ni pizca de gracia.

-¿Qué ocurre papi? ¿Por qué te ríes tanto? -pregunté intrigada.

-Ay María, es que acaban de contar una noticia buenísima -contestó entre risas.

-¡Que bien! Por fin buenas noticias. Y de qué se trata ¿se acabó la crisis? -seguí preguntando.

-Mira eso sí que sería un notición. Pero no, cariño, lo que acaban de decir en las noticias es para salir a la calle y no dejar de gritar en un mes -me dijo dejando de reírse para ponerse muy serio.

-No le digas esas cosas a la niña que la vas a asustar, por dios. Acabará por pensar que te has vuelto loco -habló mamá desde la cocina.

-Es que eso mismo nos vamos a volver todos, locos. Además María es una chica lista y debe saber en qué mundo vive -le contestó.

-Pues explícamelo papá porque no entiendo nada -le dije.

Me contó que las carcajadas no eran por una noticia agradable, más bien al contrario. Eran risas de frustración o lo que comúnmente llaman los mayores “reír por no llorar”. Al parecer, en la televisión acababan de decir que el gobierno, ese mismo que recorta en educación, en sanidad, que permite la subida de los alimentos de primera necesidad, que abarata los despidos, que asfixia a los trabajadores reduciendo sus derechos a la mínima expresión, que sube los impuestos, que permite los desahucios…ese mismo gobierno que dice no tener dinero para invertir en salvar a las familias, que no busca soluciones al elevado desempleo que azota a nuestro país, pues ese gobierno, ha decidido que lo más urgente en este momento es salvar las autopistas, y para ello destinará una cantidad escandalosa de dinero.

-No entiendo papi ¿las autopistas? -pregunté sorprendida.

-Sí nena, las autopistas. Esas por donde circulan los coches para ir de ciudad en ciudad y que son de pago, para más recochinéo. Pues tienen problemas económicos y por eso nuestros queridos gobernantes han decidido rescatarlas para que puedan seguir sangrando al ciudadano de a pie -me explicó mi papá.

-Pero hay algo que no comprendo, si las carreteras se construyen con los impuestos de todos ¿Por qué nos cobran por circular por ellas? -interrogué.

-Esa es una buena pregunta hija. Supuestamente son carreteras mejor construidas y con menos accidentes y por eso la inversión es mayor, así que ponen peajes para cobrar a los conductores por usarlas. Pero debido a la crisis la gente las usa menos y ahora deben dinero, así que el gobierno ha decidido pagar parte de sus deudas para que puedan seguir funcionando -me contó.

-¿Y porqué no rescatan a las familias que se quedan sin casa? -pregunté extrañada.

-Porqué eso no es rentable cariño y no supone beneficios para el gobierno. Sé que es difícil de comprender, créeme que yo tampoco lo entiendo -me contestó con resignación.

A pesar de la explicación que me dio mi papá, hay cosas que se escapan a mi compresión. Creo que lo normal es que todas las carreteras se construyesen para proteger a los conductores que circulan por ellas y no solo hacerlo con algunas. La seguridad debería ser siempre lo primero, y cobrar por tenerla, me parece de lo más injusto. Además, considero que nuestros políticos deberían preocuparse más por rescatar a las familias y por crear empleo que por rescatar autopistas.

Cada vez entiendo menos el mundo de los adultos, mientras unos luchan cada día por salir adelante, otros viven de las ayudas del gobierno y no importa cuál sea la deuda que tienen, siempre los rescatarán. Porque al final lo importante no son las personas, son las empresas y eso es algo que nunca entenderé.