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miércoles, 18 de junio de 2014

Los voluntarios de la Cruz Roja

A pocos días de que termine el curso escolar, nuestra profesora, la señorita Paula, decidió que hoy haríamos una pequeña salida fuera del colegio. A todos nos encantó la idea, ya que cualquier actividad fuera del centro siempre era bien acogida. Esta vez conoceríamos de primera mano el trabajo que realizan los Voluntarios, concretamente los de la Cruz Roja.

Antes de salir nos recordó las normas de comportamiento, a pesar de que ya somos mayores y se supone que nos las sabemos de memoria. Creo que a los adultos les gusta mucho eso de repetir lo que debemos y no debemos hacer ¿Acaso creerán que somos sordos? ¿O quizás que no lo entendimos la primera vez que nos lo explicaron? De todas formas son costumbres que ellos tienen y que a las que ya no les busco mucha explicación. Solo espero que cuando yo sea grande no sea tan repetitiva.

Durante el camino, la señorita Paula, nos fue explicando que la Cruz Roja era una institución humanitaria que nació hacía 150 años, en principio con la intención de cuidar a los heridos en tiempos de guerra. Poco a poco se convirtió en un movimiento internacional que se dedicaba a ayudar a los demás, siempre con la inestimable ayuda de los Voluntarios.

-¿Alguien sabe qué son los Voluntarios? -nos preguntó la profesora.

-Voluntarios son los que hacen algo sin recibir nada a cambio -contestó Lucas muy seguro.

-Eso es, aunque sí que reciben algo. Su labor es recompensada con la gratitud de las personas a las que ayudan. Muchas veces una sonrisa o un simple gracias vale mucho más que cualquier otra recompensa -nos contó la señorita Paula.

Me quedé durante un rato meditando las palabras de mi maestra, y tenía razón cuando decía que, muchas veces el agradecimiento era mejor que cualquier otra cosa. Yo había sentido eso al hacer una buena acción. Recuerdo la satisfacción que me invadía y lo bien que me sentía conmigo misma.

Así, ensimismada en mis pensamientos y casi sin darme cuenta, llegamos al edificio donde se encontraban las instalaciones de la Cruz Roja. No era un inmueble muy alto. Tenía tres plantas y la fachada era de piedra con grandes ventanales de color rojo. En el medio, había una enorme bandera blanca con una cruz roja en el centro. La profesora nos explicó que este era el símbolo de la institución.

Entramos, y allí nos esperaba una señora muy sonriente. Se presentó como la directora del centro y nos dio la bienvenida. Con un gesto nos invitó a seguirla para enseñarnos las instalaciones. Todos la seguimos observando curiosos y atendiendo a las explicaciones que nos iba dando.

-Aquí está la pequeña centralita donde recibimos las llamadas de la gente que necesita algún tipo de ayuda. Debéis saber niños que nosotros intentamos ayudar a personas que están solas, enfermas o son muy mayores y necesitan cuidados y compañía. También realizamos campañas de recolección de ropa, alimentos y juguetes. Además de campañas para promover el respeto a la diversidad y la dignidad humana, reducir la intolerancia, la discriminación y la exclusión social. Por supuesto no seríamos nada sin las donaciones desinteresadas de la gente y sin la maravillosa labor de los Voluntarios.

-¿Qué hay que hacer para ser voluntaria? -pregunté de pronto.

-Bueno, lo primero de todo es querer colaborar y dar parte de tu tiempo libre a estar con los demás -habló de repente una voz detrás de nosotros.

-Este es Ángel, uno de nuestros voluntarios -dijo la directora a modo de presentación, mientras nos girábamos para verle.

Nos saludo con una sonrisa y nosotros con un “Hola” al unísono, al mismo tiempo que  empezamos a hacerle un interrogatorio lanzando preguntas a modo ametralladora. Sentíamos curiosidad por saber qué hacían realmente los voluntarios. Una vez que consiguió calmarnos, nos condujo a una sala que parecía como una de las aulas del colegio. Nos pidió que nos sentásemos en las sillas que había y con mucha paciencia nos fue explicando qué hacían exactamente.

Nos contó que intervenían para que las personas mayores se sientan lo menos aisladas posibles. Atendían a las víctimas de accidentes y participaban en rescates. Ayudaban y educaban a jóvenes con problemas, enseñándoles valores. Jugaban con niños enfermos en centros hospitalarios y colaboraban en la inserción social de personas inmigrantes. También participaban en programas de atención a mujeres víctimas de violencia doméstica, y en definitiva, luchaban por una sociedad más justa y solidaria.

Me quedé embobada escuchándole. Eso de luchar por una sociedad más justa y solidaria me encantaba. En ese momento sentí que quería ser voluntaria, yo también quería ayudar. Estaba decidida, y así sin pensarlo dos veces lo dije en voz alta “Quiero ser voluntaria”. Al escucharme todos se quedaron en silencio, mirándome como si hubiese dicho una locura. Solo Lucas me lanzó una sonrisa de complicidad que me hizo sentir aliviada.

-Eso está muy bien pequeña, cuantos más seamos, mucho mejor ¿Cómo te llamas? -me preguntó.

-Me llamo María, y me encantaría poder colaborar -contesté entusiasmada.

-Estoy seguro de que lo harías muy bien María, pero debes tener 16 años para ser voluntaria -me dijo al mismo tiempo que la decepción cubría mi rostro.

-Entonces ¿no puedo ahora? -pregunté con voz triste.

-Bueno si quieres puedes acompañarme algún día a visitar niños enfermos en el hospital, te llevaré encantado siempre que tus padres te dejen -me dijo Ángel.

-Oh sí, gracias. Seguro que me dejan -contesté llena de alegría.

-De todas formas si dentro de unos años sigues pensando igual, siempre podrás apuntarte para ser voluntaria. Estoy seguro de que lo harás estupendamente -me explicó con una sonrisa.

Reconozco que aquella salida escolar fue una de las mejores que tuvimos en todo el curso. No solo por lo mucho que aprendí y porque iba a irme un día con Ángel a visitar niños enfermos, sino porque comprendí, la importante labor de gente desinteresada que dedicaba parte de su tiempo a ayudar a los demás. No solo en Cruz Roja, también en todas las ONG que tanto bien hacen llevando consuelo y apoyo, aliviando en cierta forma el sufrimiento de los demás.
En este momento donde la Señora Crisis se ensaña con los más débiles y donde tantas familias lo están pasando mal, poder contar con gente así es maravilloso. Lo tengo decidido, en cuanto pueda me haré voluntaria.

martes, 3 de junio de 2014

La abdicación del Rey

Ayer, cuando llegué a casa para comer, me encontré a mis padres hablando sin parar sobre una noticia que se había producido esa misma mañana. Comentaban algo sobre el rey, que no llegué a entender muy bien. Me dio la impresión de que no era una mala noticia, para variar, pero sí, que les había pillado de sorpresa. Tan ensimismados estaban que ni siquiera se dieron cuenta de que había llegado. Incluso cuando me senté en la mesa para comer, ni se inmutaron.

Hasta en la televisión no hablaban de otra cosa, y a lo largo del día, terminó por convertirse en la única noticia importante. Decían algo sobre que el rey había abdicado ¿y eso qué era? ¿una enfermedad? Bueno, teniendo en cuenta que era mayor, tampoco sería tan raro que se pusiera enfermo. Pero si fuese eso lo dirían con tristeza y parecía todo lo contrario. De pronto, la chica del informativo dijo algo sobre que abdicaba a favor de su hijo. ¡Hala, pobre chico! Contagiado por la enfermedad o lo que fuese que tuviese su padre.

-Lo que deberían era ponerse a trabajar y dejar de vivir del resto de los españoles -escuché decir a mi papá.

-Tienes razón cariño, con lo mal que está todo y está gente viviendo de la sopa boba -le contestó mamá.

¿Sopa boba? Y si esta es tan buena ¿por qué no vivimos todos de ella? No entiendo nada. Lo estamos pasando mal por culpa de la Señora Crisis y resulta que hay una sopa que lo arregla todo y ¿no la usamos? En ese momento comencé a pensar que a lo mejor era una de esas cosas de mayores y no significaba lo que yo pensaba. Como siempre hablaban en clave ¡Qué raros son! Con lo fácil que es llamar a las cosas por su nombre. No sé para que vamos al colegio a aprender palabras y significados, si luego al crecer utilizamos un lenguaje totalmente distinto, en fin.

-¿Qué es abdicar papi? -pregunté, de repente, para intentar aclarar algo.

-Significa que renuncia a su puesto y lo hace a favor de su hijo que será el nuevo rey -me explicó.

-Ah, entiendo. Entonces su hijo hereda su cargo, pero ¿no tendría que morirse su padre para eso? -interrogué curiosa.

-No cariño, él puede renunciar voluntariamente. Porque es mayor y está enfermo. Aunque este caso es diferente y creo que son los escándalos que salpicaron en los últimos años a la familia real lo que hicieron que tomase esta decisión -me contó mi papá.

-Bueno eso está bien, pero también podrían abdicar los políticos que hacen las cosas mal ¿verdad papá? -pregunté de nuevo.

En ese momento mis padres se quedaron mirándome sorprendidos. Pensé que ya había dicho alguna tontería, pero cuál fue mi sorpresa cuando mi madre me dice que eso sería lo más apropiado y lo mejor que podrían hacer ciertos políticos que no hacían bien su trabajo.

-De todas formas la labor del rey es diferente a la de los políticos que nos gobiernan -dijo papá.

-Eso quiere decir que el rey no manda ¿entonces para qué sirve ser rey? -pregunté atónita.

-El rey es el Jefe del Estado y no tiene poderes, tiene unas funciones María. Entre ellas están las de moderar y arbitrar el funcionamiento de las instituciones. También es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y el representante del Reino de España -me expuso.

¡Pues vaya! Yo pensando que el rey era el que más mandaba y ahora resulta que no. Entonces por qué las niñas deseamos ser princesas, si total no puedes mandar. Siempre soñando con el príncipe azul ¿para qué? Al final va a tener razón mamá cuando dice que todo es publicidad y poca realidad.

Aunque pensándolo bien, si eres reina puedes vivir en un palacio y seguro que no tienes que trabajar como los demás. Probablemente tendrás personal que te lo hacen todo. Ropa bonita, coches caros, viajes pagados, y lo más importante, no tienes que preocuparte por el dinero ni por llegar a fin de mes porque tus súbditos pagan todos tus gastos. Por eso no me extraña que las madres deseen que sus hijas se casen con un príncipe. Hasta yo querría y como diría mi abuela ¡Eso sí que es un chollo!