También me confesó que cuando era pequeña escribió uno y fue una maravillosa experiencia. Sintió como si tuviese un amigo especial, al que podía decirle todos sus secretos, sus miedos y sus alegrías.
Por eso pensó que yo también podría tener uno, aunque yo no sabía muy bien cómo redactarlo. Ella me sugirió que cada día escribiera un breve cuento con lo que me había pasado. De esta forma, cuando fuese mayor tendría un recuerdo de mi infancia y podría enseñárselo a mis hijos y quizás, otros niños que son como yo lo leerían como si fuese un cuento más. Comprendí, en ese momento, el porqué me lo regalaba y me pareció una idea fantástica. Hoy, por fin, me he decidido a comenzar a escribir en él y contar mi historia.
Me llamo María, tengo diez años y este es mi diario.